A l’inici de la seva carrera, Richard Strauss es va dedicar al poema simfònic, gènere musical d’estructura lliure que parteix d’idees filosòfiques i literàries. Mestre absolut de l’orquestració, Strauss es va inspirar, per compondre Till Eulenspiegel, en un personatge extret de la literatura picaresca alemanya, mentre que Mort i transfiguració és la traducció musical d’un poema d’Alexander Ritter sobre la mort de l’artista. El concert inclou l’obra darrera del compositor bavarès, els seus Quatre últims lieder, escrits el 1948 sobre textos de Hermann Hesse i de Joseph von Eichendorff. La soprano Jacquelyn Wagner en serà la intèrpret.
Como si fuera una gran metáfora de la propia vida del compositor Richard Strauss (1864-1949), su música parece siempre un remanso de paz y un mundo alternativo al desastre de cada día. Parece el resultado lógico de alguien que vivió tres guerras, que mantuvo un lenguaje propio a pesar de las convulsiones artísticas principios de siglo y le dio a la voz humana la capacidad de la belleza en medio de los gritos angustiosos de su tiempo.
El Gran Teatro del Liceo nos ha regalado un concierto dedicado a este autor prodigioso, que nos envuelve siempre en una orquestación compleja y llena matices.
En esta ocasión el programa estuvo integrado por obras pertenecientes a diferentes etapas de la vida del compositor: la ironía simpática de Till Eulenspiegels lustige Streiche (Las alegres aventuras de Till Eulenspiegels), una obra de juventud escrita a fines del siglo XIX, que buscaba la libertad del formato sinfónico y se refugiaba en otras estructuras. El extraordinario canto del cisne que son las Vier letzte Lieder (Cuatro últimas canciones), donde la voz es un instrumento más de la orquesta y se puede palpar, no tanto una influencia como la similitud, con la música de su amigo Gustav Mahler. Un reducto de una manera de escribir para la voz que a mediados del siglo XX, ya había cambiado por completo. Finalizando con Tod und Verklärung (Muerte y transfiguración), una de sus obras más trascendentales, tanto desde el punto de vista musical como conceptual y filosófico.
La soprano norteamericana Jaquelyn Wagner hizo una interpretación cuidadosa y muy efectiva de estas cuatro canciones extraordinarias, llenas de dramatismo y que no pueden considerarse sino una de las más hermosas formas de despedirse de la vida. Su voz es muy brillante y clara en la tessitura más aguda, y su fraseo en el centro es muy bueno, pero la parte grave suena un poco opaca y fue fácilmente tapada por la densa orquestación de Strauss.
El trabajo como director de Josep Pons con estas obras es interesante y siempre se agradece que se puedan escuchar bien ejecutadas. La orquesta del Liceo adolesce de la precisión matemática que exigen, pero lo compensa con una enorme expresividad y en general el conjunto del concierto fue, como siempre con Strauss, un reducto de esa paz que sólo puede darte la inteligencia y la creatividad.