En plena dictadura, una artista de llegenda (LOLA FLORES) arrecerava entre els seus farbalans a uns homes perseguits per l’únic delicte de fer un exercici de “fregolisme” i somniar en esdevenir “Zarzamoras” de perruca atzabeja. CURRO, el pare d’un d’aquests transformistes, ens explica avui l’assassinat del seu fill a mans de la intransigència. Víctima d’una atàvica educació masclista concordant amb un país hereu del franquisme, mai va saber comprendre el trànsit del seu fill d’un sistema emocional masculí al femení. Sols després de patir la bogeria del dol i l’alcohol, CURRO trobarà un raig de llum dins la nit mitjançant un encontre fortuït amb LOLA FLORES. Serà ella qui el rescatarà del carrer i del naufragi de la culpa, tot fent-li comprendre qui va ser realment LOLA TRANSFORMISTA. Per fi, CURRO gosarà verbalitzar allò que va callar quan el seu fill li demanava carícies a crits silenciats.
* LOLA FLORES: Qui és que la podria interpretar? Ningú. Serà la llum que il·lumina la nit de CURRO l’encarregada de fer-la corpòria
Espectacle en castellà, amb vocables calós pertanyents a la llengua gitana
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Manuel Veiga coge la esencia de lo que supuso su figura en plena dictadura franquista para sacar a la luz la historia de muchos, que como el protagonista, el hijo de Curro, no consiguió alcanzar a ver cómo la sociedad entendía sus historias, sus vidas.
Siempre a la varita tuya es un monólogo flamenco, un grito vitalista, una historia que hemos visto que se repite en otras formas más de una vez, pero sobre todo es verdad. La mirada de Veiga penetra y se queda como una sombra que no desaparece una vez que se sale por la puerta. La intensidad de unos ojos, que se mezcla con el dolor infinito de unas palabras, que nunca fueron las necesarias, provoca una hora de hipnotismo escénico.
(...)La sobriedad de la escenografía diseñada por Jar Teatre, una silla, un maniquí que da figura al traje verde y una cortina de fondo a modo de telón que sirve como entrada y salida y también ayuda a dar vida a las proyecciones. Sin duda, el elemento clave de la puesta en escena es la precisa iluminación de Josep Maria Cadafalch, que despierta todo un torrente de emociones en el sentir del espectáculo por parte de los espectadores.
La apasionada interpretación de Manuel Veiga destila verdad y sentimiento. El único pero que se le puede poner a su verdad es el caló, pero no porque no venga a cuento, sino porque a veces sale demasiado forzado. No seré yo quién critique los acentos de cada uno, pero el exceso de intensidad que se pone para resaltar el 'andaluz' lastra en algunas escenas la preciosista poética del texto.
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