Who is me. Pasolini -Poeta de las cenizas-

informació obra



Autoria:
Pier Paolo Pasolini
Dramatúrgia:
Carlota Subirós
Intèrprets:
Gonzalo Cunill, Abel Folk i Pep Planas
Escenografia:
Max Glaenzel
Vestuari:
Silvia Delagneau
Producció:
Temporada Alta 2016, Heartbreak Hotel, Titus Andrònic S.L, Teatros del Canal
Direcció:
Abel Folk i Pep Planas
Estrena:
Temporada Alta
Sinopsi:

Què s’amagava darrere de Pier Paolo Pasolini?

Després d’endinsar-se en el món de Lorca amb El Público i d’adaptar la imponent Incerta Glòria, el director Àlex Rigola ha decidit apropar-se a la figura del poeta i cineasta italià.

Descobrir, a través de les seves paraules, com era el seu món, la seva relació amb el cine i com de necessàries són, encara ara, les seves idees.

El punt de partida és Poeta de les cendres, un descarnat poema autobiogràfic que Pasolini va escriure (sense acabar) poc abans del seu assassinat.Una brutal confessió pòstuma trobada en un calaix.

Crítica: Who is me. Pasolini -Poeta de las cenizas-

24/02/2024

Pasolini y el teatro

per Gabriel Sevilla

Muy pocos asociarían a Pier Paolo Pasolini con el teatro. O con la novela. Tan sólo algunos enterados con la poesía. Y una abrumadora mayoría, obviamente, con el cine. Pero incluso como cineasta tendría que disputarse el podio con los Roberto Rossellini, los Federico Fellini y otros ilustres ‘inis’ del star system italiano. Es lo que viene a decirnos Àlex Rigola, director del Heartbreak Hotel, antes de entrar a la pequeña sala y, dentro de ella, a la pequeña caja de madera donde veremos Who Is Me. Pasolini (Poeta de las cenizas) con otros veinte espectadores. El director de Acattone y de Mamma Roma fue un enorme poeta, novelista y dramaturgo, aunque la historia oficial no siempre lo recuerde. Rigola incluso cree que es el italiano más importante del siglo XX. Sólo superado, para desgracia del siglo, por Benito Mussolini.

El libreto de Rigola es de 1966. Pasolini estaba de gira con Pajaritos y Pajarracos y, al pasar por Nueva York, esbozó los versos de Who Is Me. Poeta de las cenizas, parafraseando su propia elegía a Antonio Gramsci. Tenía 44 años. Había llegado, como Dante en La Divina Comedia, a la mitad del camino de su vida para encontrarse perdido en una selva oscura. Y de ahí brota la necesidad del poema autobiográfico, los cantos de una entrevista imaginaria con un crítico de cine americano al que habla de su infierno, su purgatorio y su paraíso: de su madre y de Ninetto Davoli, del teatro por hacer, los poemas de juventud y su último cine, de su desencanto con el Partido Comunista Italiano y su admiración por los Panteras Negras, del odio a su padre fascista y del duelo por su hermano caído con la Resistencia. El mecanoscrito de Who Is Me apareció después de que asesinaran a Pasolini en la playa de Ostia en 1975. La víspera había advertido en una entrevista que estábamos todos en peligro.


Poesía friuliana y poesía beat

Escuchando Who Is Me, uno entiende que todo surge de los primeros años. Pasolini fue niño poeta, como Arthur Rimbaud. Escribió en friulano, el dialecto de su madre, sólo para molestar a su padre que, como buen camisa negra, detestaba los alófonos en la todopoderosa lingua franca nacional. Del amor a su tierra y a su acento saldrá también su primera militancia comunista. Y de su lujuriosa mirada sobre los jóvenes pueblerinos medio desnudos en el río, cuando vio que se transformaban en beligerantes proletarios al recatar sus cuellos con pañuelos rojos. Todo va junto en la formación de este gigante intelectual del siglo XX: poesía, antifascismo, lujuria y el Friul.

Llegados los 1960, sin embargo, Pasolini se harta de Italia y del italiano. Rueda con éxito sus primeras películas y decide hacerse “poeta de cosas”. Versificar con imágenes. Viaja a Estados Unidos. Admira el Living Theatre y la Generación Beat. Da por muerta la épica de Bertolt Brecht. Detesta aún más las escenografías burguesas. Y escribe su Manifiesto para un nuevo teatro en pleno 1968. Un ‘teatro de la palabra’, como él lo llama, que da a conocer con Orgía, Pocilga o Calderón. Pero sobre todo con Teorema, un drama que se convierte en novela y en película. La fantasía erótico-política de un joven bisexual americano que dinamita la familia burguesa europea al seducir a la criada, al padre, la madre, el hijo y la hija para luego abandonarlos a la perdición sentimental y de clase. Pasolini llevará cada vez más lejos su poesía en imágenes, su beligerancia anticapitalista y su fusión de novela, cine y teatro, de Salò a los Apuntes para una Orestiada africana. Y acabará deseando escribir música. Es el apabullante autorretrato de un hombre renacentista perdido en un mundo tecno-feudal.


El fútbol, Allen Ginsberg y Eye Contact

De la mano de Rigola entramos en la caja de palo diseñada por Max Glaenzel, donde nos espera Gonzalo Cunill como un Pasolini futbolista con el equipaje de la selección italiana. Otra de las pasiones populares del autor: darle patadas al balón. Dicen las malas lenguas que como extremo izquierdo. Y después de patear el cuero contra la madera, Cunill arranca su monódico recitado, marca de la casa rigoliana, como L’home de teatre de Andreu Benito el noviembre pasado. Una función hermosa, pero nada fácil. El verso es denso y la dicción antiteatral. Puro código de autor y de director. Una filigrana para iniciados en la filmografía del italiano y en el teatro del catalán. Sesudas confesiones biobibliográficas y una minimalista puesta en caja.

Pero Rigola no se limita a redundar en Who Is Me, sino que devuelve el poema a su propio universo y lo fortifica. No sólo sabemos del entusiasmo pasoliniano por la poesía Beat y, especialmente, por Allen Ginsberg. Suenan los versos del Aullido ginsbergiano que revolucionaron la lírica americana de los años 1950, que fueron a juicio por obscenidad y que, bien escuchados, tienen algo de la luminosa blasfemia pasoliniana (“the madman is holy”) y también algo de la cadencia pseudo-litúrgica rigoliana. El recitado de Ginsberg resuena en el de Cunill y viceversa.

El otro hallazgo de la función es el vídeo-ensayo Eye Contact de Daniel Mcilwraith, proyectado en las paredes de la caja. Pasolini presume de ojo clínico para los rostros. Nos cuenta que puede confundirse con las palabras y verse arrastrado a esperpénticos juicios por obscenidad, es decir, por homofobia. Pero no puede confundirse con los primeros planos de Anna Magnani en Mamma Roma, de Enrique Irazoqui en La pasión según San Mateo, de Totò en Pajaritos y pajarracos o de Anne Wiazemsky en Teorema. Y los rostros nos miran literalmente a los ojos durante dos preciosos minutos. Poesía en palabras y poesía en imágenes. Un brillante injerto de Pasolini en Pasolini.


Historia de una caja

Who Is Me se estrenó en el Festival Temporada Alta de Girona en 2016. Y hay algo de profecía autocumplida en reponerlo ahora en el Heartbreak Hotel. Más que una pieza programada para este teatro, parece un teatro nacido de esta pieza. Porque Rigola empleó por primera vez su carpintería con Pasolini. Una reedición del teatro de cámara de Max Reinhardt con aires posmodernos de embalaje. Pero es la misma idea que hace un siglo: acabar con las declamaciones impostadas y con el cartón piedra. Un afán reinhardtiano, pasoliniano y rigoliano. Y la puesta en caja de 2016 funcionó tan bien que Rigola encajonó el Ivànov y el Vània de Anton Chéjov y la Hedda Gabler de Henrik Ibsen. La reposición de Who Is Me ahora en 2024, en el flamante teatro de Sants, tiene algo de estreno retrospectivo y de fin de ciclo. La caja de madera encuentra su caja escénica ocho años después.

En cuanto a Pasolini, digamos que merecía el homenaje al menos desde su centenario en 2022. No sólo por la presencia del teatro en su cine, de Medea a Edipo Rey, sino por su propia dramaturgia. El primer Pasolini que se representó en nuestro país fue la Affabulazione (1987) de Vittorio Gassman en el Mercat de les Flors. Y un año después el Calderón de Guillermo Heras en el desaparecido Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas, hoy Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional. En Barcelona y, especialmente, en el Teatre Lliure, siguieron Orgia (2002) de Xavier Albertí, PPP (2005) de Albertí y Lluïsa Cunillé, y Who Is P? (2005) de David Selvas y Albert Tola. El año del centenario, sin embargo, no hubo centenario. Sólo se publicaron algunas piezas de Pasolini en catalán (Comanegra) y en castellano (Punto de Vista). Y las pequeñas editoriales teatrales salvaron la cara por toda la profesión. Con la reposición del Who Is Me de Rigola, en la traducción española de Marcelo Tombetta (DVD Ediciones), se hace un poco de justicia. Muy pocos asociarían el teatro con Pasolini. Pero Pasolini no se entiende sin el teatro.