Assaig sobre la ceguesa. Nuno Cardoso

informació obra



Dramatúrgia:
Clàudia Cedó
Intèrprets:
Lisa Reis, Jorge Mota, Pedro Frias, Adriana Fuertes, Paulo Freixinho, Sérgio Sá Cunha, Joana Carvalho, Ana Brandão, Ferran Carvajal, Jordi Collet, Montse Esteve, Maria Ribera, Albert Prat, Gabriela Flores
Vestuari:
Nidia Tusal
Vídeo:
Luís Porto
So:
Joel Azevedo
Il·luminació:
Nuno Meira
Composició musical:
Pedro “Peixe” Cardoso
Escenografia:
F. Ribeiro
Direcció:
Nuno Cardoso
Sinopsi:

En el centenari del naixement de José Saramago, Premi Nobel de Literatura del 1998, portem a escena un dels seus llibres més coneguts: Assaig sobre la ceguesa.

Una pandèmia s’estén per tot el món: una plaga de ceguesa inexplicable i incurable. El govern aplica restriccions cada vegada més repressives i inútils per intentar frenar-ne el contagi.

La falta de recursos i les condicions extremes faran que la gent lluiti per sobreviure però que només aquells més immorals ho aconsegueixin.

Crítica: Assaig sobre la ceguesa. Nuno Cardoso

01/10/2022

De qué hablamos cuando hablamos de adaptar

per Gabriel Sevilla

La lección de Saramago en Ensayo sobre la ceguera es que somos ciegos que ven. Nuestro tiempo nos deslumbra con una luz desquiciada que despierta nuestros peores instintos. No se hace todo negro, como al cerrar los ojos, sino que nos envuelve una blancura brillante, un mar de leche entre los párpados. Y es contagioso. Muy pocos quedan inmunes, y su castigo es contemplar la barbarie de la ceguera ajena y hacer de lazarillos de sus noches blancas. Saramago nos deja esa moraleja: hay que mirar y no sólo ver, aunque duela. Y es lo que nos propone el Teatre Nacional de Catalunya, en coproducción con el Teatro Nacional São João, para abrir la temporada 2022-2023. Volver al Nobel portugués en el centenario de su nacimiento. Fiar la dramaturgia a Clàudia Cedó, una de las autoras catalanas del momento, y la puesta en escena a Nuno Cardoso, director de la sala nacional de Oporto. Las credenciales no pueden ser mejores. Y, sin embargo, si uno mira, y no sólo ve, este Assaig sobre la ceguesa, comprobará que la obra no funciona, aunque venga envuelta en grandes relumbrones. Y un servidor sería un ciego que ve si dijera otra cosa.

Adaptar el Ensayo… de Saramago era quizá inevitable en los tiempos que corren. Las parábolas epidémicas han funcionado muy bien a lo largo de la historia del teatro, desde el Edipo rey de Sófocles hasta El rinoceronte de Ionesco, pasando por Las moscas de Sartre. Después del coronavirus, si cabe, se hacía aún más razonable explicarnos el mundo a través del contagio. El problema es que la historia de Saramago tiene dos ingredientes clave que fluyen muy bien por escrito, pero no en escena. El primero es el abismo psicológico, que un novelista puede explayar en cientos de páginas, pero un dramaturgo no debe volcar sin más en interminables parlamentos, so pena de perder a su público. El segundo es la brutalidad física y sexual, capaz de adoptar mil matices verbales, pero no siempre de emularse en escena, y menos con los escasos medios técnicos del teatro. Estos dos ingredientes son cruciales para el Ensayo… de Saramago, que nos habla nada menos que de la lucha por la vida, del colapso de una civilización, de cómo unos individuos depredan a otros mientras una mente lúcida y solitaria se esfuerza por hacerlos cooperar y no competir, rescatando la vieja disputa de Kropotkin y Spencer por el legado social de Darwin. La adaptación teatral de Cedó hace una asimilación bulímica del argumento de Saramago, un suma y sigue de tramas y datos que convierten la dramaturgia en un acta notarial de la novela. Y es una pena, porque Cedó ha demostrado talento en sus creaciones propias, en las aplaudidas Mare de sucre y Una gossa en un descampat, obras bien hechas, con personajes creíbles y valientes cuestiones de fondo. Su traducción escénica de Saramago, sin embargo, como su anterior encargo, Síndrome de gel, está muy lejos de la mejor Cedó.

La dirección de Cardoso tampoco ayuda a levantar el vuelo. Su falta de imaginación es llamativa. Cinematografía la escena con enormes pantallas que redundan en lo obvio, que traen a colación innecesarios fueras de campo, que subrayan símbolos evidentes o se regodean en algún detalle escabroso. El quiero y no puedo del cine en el teatro induce al agravio comparativo con Blindness, la adaptación fílmica del Ensayo… de Saramago realizada por Fernando Meirelles en 2008, que entusiasmó al novelista y que dejaba el metraje en unas razonables dos horas, frente a las abusivas tres de la versión teatral. Por suerte, el elenco de Cardoso salva la función del tedio total, con interpretaciones eficaces y compenetradas en el paso del portugués al catalán, exigencia de la coproducción con nuestros vecinos, que obliga a la platea a leer sobretítulos intermitentes durante una función interminable. La música de Pedro Cardoso también lanza bocanadas de aire fresco, oscilando entre un ágil minimalismo narrativo y atractivos apuntes expresionistas, sin duda la mayor aportación estética de la noche.

Assaig sobre la ceguesa es un ejemplo (más) del peligro de llevar novelas a escena. Y quizá un augurio de lo que nos espera esta temporada en el Nacional, donde las adaptaciones literarias serán más frecuentes que otros años. El problema, naturalmente, no es el hecho mismo de adaptar, de explorar los límites entre lo contado y lo mostrado. Sanchis Sinisterra levantó su poderoso teatro fronterizo sobre ésa y otras fronteras, y llegó a bautizar el híbrido con una feliz ocurrencia conceptual: narraturgia. La cuestión, cuando se adapta, es elegir a conciencia el texto adaptado. Porque si el monólogo de Molly Bloom puede dar de sí una función portentosa, adaptar todo el Ulises sería más bien una locura. El Ensayo… de Saramago, probablemente, no era texto para las tablas. Algo que, en verdad, ya advertía Aristóteles cuando decía que convertir la Ilíada en tragedia puede ser decepcionante. Por supuesto, nadie duda de la oportunidad de releer la parábola de Saramago tras la pandemia, y mucho menos en su redondo centenario. Tampoco se cuestionan las bondades de coproducir teatro con Portugal, patria oportuna del Nobel. Pero quizá la efeméride se ha cegado a sí misma con el brillo de sus credenciales. Y nosotros seríamos ciegos que ven si dijéramos lo contrario.