BARCELONA 24H segueix la vida de 4 joves que es creuaran, s’enfrontaran i s’enamoraran a la ciutat de Barcelona. Una fotògrafa que ho ha deixat amb la seva parella coincideix a l’Apolo amb un noi romàntic obsessionat amb les pelis del Hugh Grant. Una pija de Sarrià decideix independitzar-se i buscar pis per sota de la Diagonal, mentre un noi ambiciós que només pensa en la feina decideix fer una pausa per comprar un Kinder Bueno al paki 24H de sota l’oficina. Cap d’ells pot imaginar-se que, ni que sigui per un instant, tot serà possible en aquesta ciutat.
La primera ola de la pandemia se llevó por delante el estreno en abril del musical Barcelona 24h en la Sala Barts. El nuevo proyecto Marc Flynn y Dídac Flores, con libreto y música original de Pau Barbarà Mir. El Teatre Gaudí Barcelona lo ha rescatado para confirmarse como la mejor plataforma de los creadores emergentes que cultivan el género. Aunque preocupa que Flynn y su equipo sigan -después de éxitos como Bare y El despertar de la primavera- en ese punto de salida, con producciones que hacen virtud de la extrema necesidad, que levantan un buen musical con escasos elementos escenográficos y un pianista.
En esta función Barcelona es el paisaje urbano y emocional de cuatro historias cruzadas durante unas laxas 24 horas. Como cruce de caminos un “paki” del Raval. Quizá un guiño al micro-musical que el propio Barbarà Mir estrenó hace cuatro años y que narraba las aventuras cotidianas en un super de barrio, también durante 24 horas. Ahora el autor ha expandido su territorio a toda la ciudad por encima y debajo de la Diagonal siguiendo los pasos de un grupo de jóvenes de la generación Z: una futura arquitecta que le gustaría dedicarse sólo a la fotografía y su hermano, un ejecutivo en crisis; un romántico empedernido que le gustaría ser Hugh Grant y vivir siempre en el travelling de Notting Hill y una pija que se lanza casi sin paracaídas al mundo real. Como es Barcelona podrían ser personajes de Barcelona, nit d’estiu -con menos amor en el aire- o L’auberge espagnol -con menos Erasmus-; si fuera Nueva York, podría ser una comedia urbana generacional de Noah Baumbach y Greta Gerwig (Frances Ha y Mistress America) con canciones.
El estilo musical entronca con las partituras pop-rock que desde los años noventa del siglo pasado han generado una sólida línea de producción. Algunos ejemplos -conocidos en nuestros escenarios-podrían ser Rent de Jonathan Larson, Casi normales (Next to Normal) de Brian Yorkey y Tom Kitt o Fun Home de Jeanine Tesori y Lisa Kron. Quien quiera también podría encontrar referencias a bandas locales, pero los arreglos musicales para piano no permiten apreciar si se podrían reconocer matices folkies o indies. Tampoco hay melodías pegadizas, pero sí cierta complejidad en los cuartetos y el gusto por el juego de palabras al estilo Cole Porter de un dúo como “Més que una nit/una nit més”.
Flynn, custodiado por el coreógrafo Rubén Yuste, ha creado un movimiento con ritmo y unas escenas fragmentadas que subrayan el frenesí de una ciudad que no deja espacio para la reflexión. Una aceleración vital de la que sólo parece escapar el romántico que interpreta Àlex Sanz, muy metido en su papel de galán cómico, personaje atolondrado, naif y muy poco atado a la realidad. Su viaje amoroso (desde la primera cita a las puertas de la Sala Apolo a la ruptura en el mirador del Turó de la Rovira) con la fotógrafa con miedo a enseñar su obra es quizá uno de los pasajes más logrados de esta obra. En la función del pasado 3 de febrero, asumían, respectivamente, Carles Pulido y Mireia Òrrit los roles del ejecutivo a punto de dejarlo todo y de la fotógrafa hipster. Interesante también como Laia Fontàn se zafa con encanto de la caricatura de la pija de manual, aunque es evidente que se ha estudiado a fondo la gestualidad de Tamara Falcó, pero sin imitar ese acento pastoso que la socialité gasta sin miedo al tópico hiriente. Buena también la ironía que sea la Upper Diagonal Girl la que protagonice el drama y/o odisea de encontrar una vivienda digna en esta ciudad.
Otro acierto del libreto es que los personajes se muestran con toda su fragilidad sin exigir mucha empatía. El autor los observa con cariño sin estereotiparlos demasiado y sobre todo no los dirige a un inevitable final feliz. Salir de un musical con cuatro futuros abiertos y relaciones inciertas es una apuesta de madurez dramática que hace de Barcelona 24h una pieza que se merecería una segunda oportunidad con su pequeña orquesta y una puesta en escena más ambiciosa.