Una parella viatja a Cuzco en un intent desesperat per salvar la seva relació. Durant el viatge, coneixen una sèrie de personatges que afectaran als propòsits de la seva travessia: una parella feliç d’espanyols amb els que compartiran itinerari de Cuzco a Machu Picchu; una italiana preocupada únicament per trobar la felicitat; un vell peruà i el seu fill, exiliats a Argentina, immersos en una espècie de viatge de redescobriment de la seva pròpia pàtria. Com a teló de fons, el passat inca i colonial, el terrorisme de Sendero Luminoso, la pobresa andina i el reflex d’una Espanya ferida de gravetat.
Lluny d’unir a la parella , el viatge despertarà les veritats necessitades de cada un, la seva pròpia tragèdia privada i personal, els seus fantasmes. En definitiva, el viatge revelarà la impossibilitat de somiar un demà, el fracàs de la darrera oportunitat.
La compañía valenciana Wichita Co vuelve a la escena barcelonesa demostrando una vez más su afán de representar los problemas y las contradicciones de nuestras intimidades. Su teatro de texto, poético y contemporáneo, ahonda de nuevo en el contraste de nuestro mundo y en las miserias generacionales de sus creadores a través de las relaciones humanas. Si en Nosotros no nos mataremos con pistolas, obra que crearon junto a la cia. Tabula Rasa, desgranaban los contraluces de la amistad, aquí utilizan el pretexto de la pareja para escarbar en la sensación de desamparo, en el nihilismo vital y en la incomunicación entre los que no logran encajar.
Dos personajes heridos por la pesadumbre intentan recuperar la ilusión en un viaje por la región peruana de Cuzco hasta el Machu Picchu. Él intenta obviar el dolor. Ella, regodearse en él en un clamo por lo auténtico, lo espontaneo, lo real. De fondo, el choque social, la apropiación cultural y la ironía del colonizador colonizado, con un humor que recuerda al de Josep Maria Miró en Olvidémonos de ser turistas.
Silvia Valero y Bruno Tamarit protagonizan un inquietante y nada sencillo duelo teatral en el que mezclan la narración, la poesía y la disertación. Más que diálogos, cada réplica es un monólogo que cuestiona y responde al anterior. Lo que al principio parece algo forzado, poco a poco consigue envolvernos. Y si durante toda la función el personaje de Valero domina la situación con la negrura sarcástica y su pérdida de fe en la vida, el crescendo de Tamarit en el clímax del espectáculo y el profundo silencio posterior tienen una intensidad punzante.
A diferencia de lo que ocurría en Nosotros…, el autor y director Víctor Sánchez Rodríguez firma esta vez una puesta en escena que huye del realismo. La distancia emocional de los personajes se plasma en la soledad física de los actores, que no se tocan ni siquiera en los momentos más íntimos. Como única escenografía, y sacrificando las referencias a la cultura peruana, una montaña de tierra de Mireia Vila en la que los personajes literalmente se zambullen para crear todo tipo de espacios y situaciones. La iluminación de Mingo Albir deja a los personajes en una sugerente semi-penumbra. Y el sonido y la música de Luis Miguel Cobo complementan los momentos más evocadores.
Cuzco es sobre todo una obra sugerente, que va mucho más allá de la relación personal para mostrar el contraste entre lo físico y lo imaginado, lo urbano y lo tradicional, la compañía y la soledad... dibujándolos todos a la vez sobre un mismo escenario.
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