El format teatral tradicional de vegades ens ve estret. Com a bons addictes a les sèries, Sergi Belbel, Eulàlia Carrillo i Cristina Clemente i han preparat una història teatral en sis capítols consecutius. Cada setmana en podreu veure dos. I l’últim diumenge, marató!
Quería escribir esta crítica antes de ver el final, sin spoilers, simplemente de cómo una serie adicta como yo, percibe cómo dos de sus actividades culturales preferidas han cambiado de medio. He de decir que los dos primeros capítulos me costó acostumbrarme a ver que no podía hacer mute o hacer rewind. Si bien es verdad que muchas obras, en pleno 2019 han utilizado elementos audiovisuales y esta parte de la obra ya no nos resulta novedosa. Quizás sí que al inicio de cada capítulo tengamos un previouly y que los actores no salgan a saludar porque evidentemente en la tele nadie sale a saludar.
Dolors es una suma de oportunidades. El boom seriófilo ya es imparable, es más difícil de encontrar a alguien que no haya seguido una serie, con más o menos asiduidad, que una aguja en un pajar. Dolors habla de emprendimiento, de feminismo, de empoderamiento, de cómo el mundo está hecho por y para los hombres, de la invisibilidad femenina, de cómo los adjetivos cambian de connotación si están asociados a un género u a otro...
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Con un guión muy milimetrado, una puesta en escena que aprovecha y tira de la imaginación del espectador, la gran baza de Dolors son sus tres actores todoterreno. Meritxell Yanes, Dolors, que consigue hacer empatizar hasta el último espectador de la sala, Gemma Martínez, Miranda, por la que no sabes si sentir compasión o hacer un último intento por despertarla del ensoñamiento que padece y un brillante Enric Cambray, Nil, que despliega sin inmutarse las mil y una caras de su personaje.
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