I Capuleti e i Montecchi

informació obra



Escenografia:
Vincent Lemaire
Vestuari:
Christian Lacroix, Robert Schwaighofer
Il·luminació:
Guido Levi
Producció:
Bayerische Staatsoper (Munic), San Francisco Opera
Direcció Musical:
Conxita Garcia (Directora cor)
Interpretació musical:
Orquestra Simfònica del Gran Teatre del Liceu, Cor del Gran Teatre del Liceu
Autoria:
Vincenzo Bellini
Sinopsi:

Aquests dies de confinament no hi ha teatre. Amb l'objectiu de reconfortar i acompanyar aquests dies de soledat i estranyes, moltes companyies que han penjat vídeos dels seus muntatges. Recomana, sensible a la iniciativa desinteressada dels artistes, els ordena a través del web.  


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Romeu i Julieta: romanticisme etern

Història d’amor entre Romeu, líder dels Montescs, i Julieta, filla del líder dels Capulets, faccions enfrontades a la Verona del segle XIII. En un món d’intrigues, lluites i rivalitats, Julieta simula la seva mort per escapar amb el seu estimat, però Romeu desconeixedor del fet es suïcida. Quan ella desperta, acaba morint amb ell.


I Capuleti e i Montecchi

Tragèdia lírica en dos actes. Llibret de Felice Romani. Estrena l’11/03/1830 al Teatro La Fenice de Venècia. Estrena al Liceu el 08/06/1854. Darrera representació 08/03/1985. Total representacions al Liceu: 24. 

Crítica: I Capuleti e i Montecchi

01/06/2016

I Capuleti e i Montecchi. Una obra típica del bel canto.

per Enid Negrete

El Gran Teatro del Liceo de Barcelona nos trajo esta temporada tres óperas típicamente belcantistas: el Otello de Gioachino Rossini(1792-1868), Lucia di Lammermoor de  Gaetano Donizetti (1797-1848) y esta obra del más joven y menos longevo de los compositores del periodo, Vincenzo Bellini (1801-1835).

El libreto que Felice Romani escribe para esta obra, a pesar de las falsas pistas de su título, no está basado en la obra de Shakespeare, sino en el cuento italiano primario perteneciente al libro de cuentos Storie di Verona de Gerolamo della Corte, seguramente primera inspiración también para el famoso dramaturgo inglés. A diferencia de la historia de dos adolescentes enamorados, aquí Romeo es el líder de su familia, con experiencia en la lucha armada y que se enfrenta a la familia Capuleto por honor. Mientras Julieta es una hija que, a pesar del amor por Romeo, busca sobre todo la aprobación paterna. Todo esto (Un lider valiente, un conflicto entre el amor al padre y el amor a un hombre,etc) como puede imaginarse, es un mundo emocional mucho más cercano a la visión romántica y melodramática del siglo XIX, que la tragedia escrita con profunda inteligencia por el Cisne de Avón. 

La función que se dio ayer estaba interpretada por el segundo reparto, liderado por dos jóvenes pero muy sólidas intérpretes: la mezzo valenciana Silvia Tro Santafé y  la soprano rusa Ekaterina Siurina. Ambas fueron lo mejor de la noche.  Con voces hermosas, lindos fraseos y muy buenas coloraturas, nos dieron hermosos momentos en sus dúos y arias. También destacó Celso Albelo, en el papel de Teobaldo, que es un tenor de un buen registro agudo (aunque  a veces forzado).

La dirección musical de Riccardo Frizza fue sumamente respetuosa del estilo belcantista y nos hizo disfrutar enormemente de la música de Bellini, siempre llena de fuerza y emoción.  Se tiene que aceptar que el trabajo musical de esta producción es intachable.

Las obras del bel canto, con sus libretos la mayor parte de las veces fallidos dramatúrgicamente, son muy difíciles de dirigir escénicamente. Sin embargo, tienen dos elementos que algunos directores de escena han aprovechado muy bien: la relación música-acción, -que está siempre mucho mejor lograda que la relación texto-acción-, y la incongruencia como acierto y no como defecto, para develar emociones puras y no racionales. Se han presentado en el Liceo muchos ejemplo de obras belcantistas con montajes excelente, pero un claro ejemplo del bueno uso de estos recursos de la obra para crear un discurso escénico a pesar de un libreto deficiente, lo tuvimos en el Hamlet de la temporada  2003-2004 dirigido por Moshe Leiser y Patrice Courier, inolvidable por la interpretación de la Ophèlie de Natalie Dessay.

A pesar de que soy una gran admiradora de las puestas en escena contemporáneas, no puedo defender el trabajo escénico de este montaje. El movimiento escénico regresaba a los peores clichés de la ópera decimonónica, con el coro fijo en una posición frontal y el divo en el centro para cantar su aria. No había relaciones personales, ni tensión dramática y los conflictos pasaban desapercibidos. La estética de la puesta, que cansaba bastante por usar la misma coloración durante dos horas y veinte minutos, tenía algunos aciertos en el planteamiento espacial, pero no los aprovechaba el movimiento escénico, además de que el vestuario a pesar de ser de un diseñador famoso, (o quizá por eso), no ayudaba a las intérpretes a crear un personaje. Siempre se les vio incómodas, con los movimientos de la puesta en escena y luchando contra el vestuario. Por todo ello no se desplegaba un discurso escénico ni coherente ni interesante.

En la ópera siempre es una tristeza que el buen hacer musical no tenga el eco escénico que merece. Sin embargo, en este caso, a pesar de ello, es muy disfrutable.


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