Il trittico

informació obra



Direcció:
Lotte de Beer
Sinopsi:

Puccini pot ser considerat com l’enginyer que remata el pont iniciat per Verdi i que connecta directament la tradició italiana amb la modernitat. En les seves darreres obres (entre les quals hi ha aquest Trittico) ja s’anticipen les formes més modernes de Debussy o Strauss.

Sense renunciar al seu segell especial, Puccini signa aquestes tres joies: un thriller del Sena (Il tabarro), el patiment, la mort i la glorificació d’una mare-monja a qui han pres el fill (Suor Angelica) i una sàtira que parla amb humor d’un testament i la suplantació del difunt per canviar-lo (Gianni Schicchi).

Tres òperes independents amb narracions aparentment desconnectades. Però ho són? Aquestes tres òperes d’un sol acte, que Giacomo Puccini va fusionar sota el títol d’Il trittico, són fragments de realitat. En lloc d’intentar i no aconseguir retratar el món sencer en una llarga òpera, similar a una novel·la èpica, dona importància a tres esdeveniments històrics, units en una peça de música, que busca transmetre amb intensitat cada matís d’emoció humana: des de la implacable fredor del cor a la passió ardent, passant per l’avarícia, la picardia o la paròdia.

La producció de Lotte de Beer de la Bayerische Staatsoper de Munic ofereix un espectacle únic on es desenvolupa l’acció en un espai tancat per parets corbes on les tres partitures queden connectades per la idea de la mort. Una excel·lent feina de direcció fa que tots els personatges brillin. Un repartiment de luxe que inclou Lise Davidsen, Ermonela Jaho, Ambrogio Maestri, Daniela Barcellona o Ruth Iniesta, entre d’altres, farà d’aquest Trittico un moment excepcional dins de la temporada.

Crítica: Il trittico

23/12/2022

Un espléndido túnel de emociones

per Imma Fernández

La última función de este espléndido ‘Il trittico’ de Giacomo Puccini programado en el Liceu acabó con una emocionadísima Ermonela Jaho, la soprano albanesa protagonista de Suor Angelica, arrodillada besando el suelo del escenario del templo barcelonés entre largas ovaciones. Broche especial para una noche mágica de emociones con una propuesta en la que se conjugaron de forma brillante todos los ingredientes, empezando por la batuta de Susanna Mälkki, que debutaba en el Liceu con rotundo éxito. Magnífica también la producción firmada por Lotte de Beer para la Bayerische Staatsoper de Múnich que acierta al concebir una escenografía común para las tres óperas cortas puccinianas –‘Il tabarro’, ‘Suor Angelica’ y ‘Gianni Schicchi’- . Se trata de un espectacular túnel con un poco de inclinación por el que aparecían y desaparecían los personajes entre brumas (en las dos primeras piezas) y que nos traslada a los escenarios de cada obra: una barcaza anclada en el Sena, un convento y un dormitorio en la Florencia renacentista. La única conexión entre las tres óperas es la presencia de la parca; las dos primeras empiezan y acaban con entierros y De Beer consigue un poético tránsito entre ellas sin pausa de por medio. Hacía 35 años que no se representaban juntas en el Liceu, pese a ser esta la intención de Puccini, que quiso relacionarlas con el Infierno, Purgatorio y Paraíso de la ‘Divina Comedia’ de Dante. Un tríptico de acusados contrastes (tragedia, lirismo y comicidad) que empieza con un crimen pasional en un ambiente de desesperanza y miseria, prosigue con la redención y suicidio de una madre-monja y concluye con una ópera bufa sobre las divertidas triquiñuelas de una ambiciosa parentela por una herencia.

En ‘II tabarro’ brilló la excelente soprano noruega Lise Davidsen, bien acompañada por Brandon Jovanovich (Luigi) y un Ambrogio Maestri (Michele) que hace un magnífico doblete, destacando como el cómico Gianni Schicchi que cierra el tríptico. Exquisita la brumosa ambientación y la iluminación –con las sombras expresionistas proyectadas en el túnel- que nos sumergen en unas vidas míseras, insatisfechas y sin salida. El triángulo amoroso que acaba con la muerte de Luigi a manos de Michele culmina con un efecto escenográfico de gran impacto dramático: el cadáver del amante elevándose y girando sobre una estructura móvil del túnel. Desgarrador.

Al lirismo, sosiego y misticismo de ‘Suor Angelica’ contribuyó con maestría la delicada batuta de Mälkki y la muy sentida interpretación vocal y escénica (esta quizá un pelín excesiva al final) de Ermonela Jaho. Rebosa emoción y fragilidad como la joven que fue recluida en un convento para expiar su culpa –ser madre sin pasar por el altar-. Como contraste a su delicado trabajo, emergió con su potente fraseo, autoritaria e intensa en el rol de la implacable princesa, la mezzosoprano italiana Daniela Barcellona, que se marca otro excelente doblete como la divertida Zita de la última pieza.

Las penas y tragedias de la velada acaban con el suicidio de Suor Angelica y tras la pausa llega la diversión con una joya del repertorio operístico, ‘Gianni Schicchi’, aclamada ya desde su estreno en 1918 y cuyo éxito la ha llevado a ser representada en solitario o en combinación con otras óperas breves. La brillante y muy ágil dirección escénica hace que se luzca todo el elenco, encabezado por un espléndido Ambrogio Maestri, que deplegó una gran vis cómica metido en el pellejo del pícaro oficiante de la farsa.  También destacaron como la pareja de enamorados el joven tenor peruano Iván Ayón-Rivas, con su hermoso timbre y vivaz interpretación, y Ruth Iniesta. Los novios acaban muy felices y también el público del Liceu, que sale de un túnel de emociones maravilloso.