Espectacle per a adults, edat mínima 18 anys
John és un nou treball de dansa-teatre de text de Lloyd Newson, el director artístic de DV8 Physical Theatre. Newson va entrevistar inicialment a més de 50 homes i els hi va fer preguntes franques sobre l’amor i el sexe. Un d’aquells homes era John.
El que va sorgir va ser una història que és alhora extraordinària i commovedora. Anys de delinqüència, drogoaddicció i lluita per la supervivència han abocat en John a una recerca en què la seva vida convergeix amb la d’altres en un indret inesperat, desconegut per a gairebé tothom. John descriu amb un alt grau d’autenticitat històries de la vida real, en què el moviment i la paraula es combinen per crear una experiència teatral intensa, colpidora i punyent.
DV8 Physical Theatre és una companyia de dansa-teatre
trencadora liderada per Lloyd Newson, un dels artistes teatrals més
influents d’avui. DV8 produeix espectacles de dansa-teatre originals i
provocadors basats en temes sociopolítics amb el propòsit d’allunyar als
espectadors de la seva zona de comfort. La companyia, creada el 1986,
ha produït 19 obres de dansa, totes de gran repercusió, que s’han
representat en gires internacionals, així com quatre pel·lícules per a
televisió guardonades amb diversos premis. A cavall entre la dansa, el
text, el teatre i el cinema, l’obra de Newson es resisteix a ser
definida.
* Edat mínima: 18 anys, amb temes per a adults, llenguatge fort i nuesa.
El dolor hace tiempo campa por los escenarios. Desde que los románticos descubrieron la atracción hacia el abismo. También es cierto que en contadas ocasiones se muestra en toda su crudeza. La mayoría de los creadores profesa un fetichismo filosófico que ejerce de coraza estética que les protege del último vértigo: la cruda fealdad de la vida sin literatura. Hasta Castellucci o Liddell se esconden tras un último velo de belleza, como se puede encontrar en las páginas más incómodas de Sade. Por eso impacta una propuesta tan honesta y política –un término más exacto que el difuso “comprometido”– como John de DV8. Es intrascendente buscarle etiquetas a este montaje. Es mucho más que danza-teatro a lo Bausch. El movimiento –aquí ciertamente menos presente que en anteriores piezas– es un elemento más para construir un manifiesto social a partir de las entrevistas realizadas a veinte hombres. El núcleo es un personaje adscrito al lumpen proletario, un caso extremo de fracaso suburbial. Si tuviera un mínimo de humor podría ser Trainspotting. Pero no lo tiene. Mientras el escenario giratorio no para de evolucionar sobre su plataforma, en un impactante travelling circular –llega a un punto hipnótico en que parece que es el que mira el que se mueve orbitando alrededor de un planeta que sólo se muestra su lado oscuro–, él y otros personajes van discurseando en un tono de salmodia. Ritmo constante, monocorde, como si leyera un secretario del juzgado, para hilvanar los capítulos de una vida que se anuncia rota desde el primer momento. El cuerpo adquiere protagonismo poco a poco, sin buscar la sintonía con un discurseo casi sin interrupciones. Pocos silencios y algunos relevos. El repertorio físico que entra no busca nunca el exhibicionismo. Al contrario, es una demostración de servicio, por no hablar del maravilloso control de la respiración. Cómo puede ser exhibicionista sin traicionar la honestidad de la confesión, cuando sobre el escenario sólo se suceden condenas y soledades. Quizá el episodio dedicado a los cuartos oscuros de una sauna gay rompa cierta coherencia de tiempo en la presentación del personaje –por desequilibrado respecto a los anteriores capítulos biográficos–, pero el conjunto es impecable en su mensaje y su objetivo. Pocas veces se podrá ver un espectáculo tan despojado de vacuas pretensiones artísticas. Esto no es arte, ni danza. Esto es meter las narices en el hedor de la vida y respirar a fondo.