Pablo Gisbert i Tanya Beyeler van signar l’any 2010 l’espectacle La historia del rey vencido por el aburrimiento, la seva primera peça llarga, i van marcar, així, l’inici d’una companyia lliurada a la investigació de noves formes escèniques que s’escapaven de les tradicionals divisions per gèneres. Entre els seus últims espectacles, sempre brillants, poc convencionals, viscerals i amb un notable contingut filosòfic hi ha Guerrilla (2016) i, ara, La Plaza, un muntatge del qual vam veure un pre-assaig a l’última edició del festival Sâlmon<, al Mercat de les Flors (M.C.: Las historias naturales), però que, de fet, s’ha estrenat aquest mateix any al Kunstenfestivaldesarts de Brussel·les. Els espectadors d’aquest festival han vist ja un muntatge que se situa en una gran plaça plena de monuments i d’éssers humans, protagonistes d’uns quadres vivents que ens il·lustren sobre el present i el futur, i sobre una violència que no només forma part de la nostra vida quotidiana, sinó que, a més, és una força que porta movent l’Univers des dels primers moments de l’existència. L’escenari es converteix en mans d’El Conde de Torrefiel en una gran plaça on el futur se’ns mostra com un temps ignot i imprevisible que apareix davant dels ulls dels espectadors a partir d’un seguit de situacions inesperades. Una reflexió escènica sobre el futur, la immutabilitat del temps i sobre la violència com a base de l’existència.
Premi a Noves tendències dels Premis de la Crítica 2018
Que veas los espectáculos de El conde de Torrefiel es difícil por dos motivos. El primero, porque apenas se les programa en Barcelona (La plaza es el primer espectáculo que traen al Grec). El segundo, porque lo que ellos ofrecen es una creación experimental a la que no estás acostumbrado.
En este espectáculo te proponen tres juegos en paralelo. Por un lado, una experiencia contemplativa en la que se desarrollan 5 escenas, una de ellas sin actores, que te ubican en una plaza y en las diferentes personas que circulan por ella. Ves desde acciones tranquilas y cotidianas, como un conjunto de musulmanes reunidos o un grupo de turistas siguiendo a una guía, hasta una agresión sexual o un rodaje. Los personajes, anónimos y difusos, aparecen arquetipizados por las vestimentas pero con los rostros, las identidades concretas, difuminados por medias color carne que les tapan las caras.
Paralelamente a las escenas y sin ningún tipo de correlación, se impresiona en la pantalla una narración en segunda persona del singular que te interpela directamente. Lees tu propia historia, la del espectador en tu viaje desde el teatro hacia su casa. “Ellos son menos reales que tu”, dice el texto. Ver a personajes ajenos e indefinidos te sirve de contrapunto respecto a la historia personal.
La tercera pieza del montaje es el sonido de Adolfo García que, a gran volumen desde el primer momento, se mantiene constantemente con cambios de ritmos y expresiones. Música alegre, de tensión, pausada, de fiesta nocturna… Diferentes ambientes que te transportan por la pieza también a través de la dimensión auditiva.
La plaza es un montaje atípico, de ritmo lento y diferente a las experiencias teatrales más convencionales (al menos en la programación habitual de la ciudad). Para disfrutarlo, tienes que ir con la mente abierta. Extráele las conclusiones que quieras, únicas y personales. Y sobre todo déjate llevar por su intensidad hipnótica y su sentido más poético y sugerente.