La trena

informació obra



Intèrprets:
Clara Segura, Cristina Genebat, Carlota Olcina , Marta Marco
Traducció:
Cristina Genebat, Marta Marco
Dramatúrgia:
Cristina Genebat, Marta Marco
Direcció:
Clara Segura
Vestuari:
Marian Coromina
Il·luminació:
CUBE.ez
Escenografia:
CUBE.ez
So:
Damien Bazin
Assesoria de moviment:
Vero Cendoya
Autoria:
Laetita Colombani
Sinopsi:

Aquesta és la història de tres dones que, tot i haver nascut en continents molt dispars, comparteixen unes idees i sentiments que les uneixen en un poderós anhel de llibertat. Són les vides de la Smita, que lluita pel futur de la seva filla en una Índia separada per castes; la Giulia, que afronta la fallida del seu taller familiar a Itàlia; i la Sarah, que veu amenaçada la seva exitosa carrera d’advocada al Quebec per un càncer de mama. Lluiten contra allò que s’espera d’elles, afronten les adversitats amb tenacitat i es determinen a aconseguir el que és essencial per elles. No es coneixen, però les unirà la lluita contra el destí que els havia estat reservat i la voluntat indestructible de viure amb esperança i il·lusió. Vides particulars i resistents com els cabells de les dones.

Crítica: La trena

19/10/2022

Un teatro atemporal

per Juan Carlos Olivares

Tres continentes (América, Asia y Europa), tres religiones (judaísmo, catolicismo e hinduismo), tres entornos sociales (profesionales liberales, menestrales e intocables) y tres mujeres (Sarah, Giulia y Smita) que se resisten a un destino marcado por la violencia visible e invisible de las costumbres dictadas por los hombres. Las tres unidas por un nudo que habla mucho más de sororidad que de justicia social. Este es el parámetro más débil de La trenza, la popular novela de Laetitia Colombani, ahora transformada por Clara Segura en una pieza de teatro que explota todo el potencial emotivo de unos relatos de superación y rebeldía, además del talento de tres actrices (Cristina Genebat, Carlota Olcina, Marta Marco) multiplicadas en un retablo de personajes.

Un ejercicio de fregolismo para emocionar hasta la lágrima -algunas se escapan entre el público del Goya- con la miseria absoluta, la ruina económica, el racismo, el machismo interiorizado, la enfermedad, la rivalidad descarnada, los recelos, la traición. Y el amor que lo vence todo. El sufrimiento que unge con un aura de heroínas anónimas a las protagonistas. Colombani además cierra el capítulo de las diversas aventuras vitales cuando las protagonistas dan el primer paso hacia el éxito o el fracaso. No hay juicio, solo elogio al valor de cambiar el status quo.

La empatía que generan desde el escenario las intérpretes es tan poderosa que poco importa que los estereotipos abunden en cada uno de los paisajes humanos retratados. La dirección de Segura -que además asume el rol algo difuso de la narradora- se basa en incluir a los espectadores en el círculo cómplice que comparte con sus compañeras. Un espectáculo sencillo en su discurso, complejo en su solución escénica, pero sobre todo muy eficaz en su capacidad de conectar y emocionar. El montaje tiene un cierto aire atemporal. Como si con un vestido contemporáneo (uso del micro, proyecciones, apuntes coreográficos) se reivindicara la forma más ancestral y esencial del teatro: compartir historias. El teatro que igual convoca en un espacio cerrado como en una plaza abierta. Relatos cercanos que no necesitan mucho más que los cuerpos entrenados y sabios de las intérpretes para darles vida. Segura rinde así también homenaje al oficio y a tres buenas intérpretes que lo dan todo para darle forma y sentido a ese propósito. En eso no hay discusión. Esta es una función para aplaudir a las actrices.