Noruega. L’holandès, un jove destinat a solcar el mar fins que trobi una dona fidel, es troba amb el capità Daland, que navega de retorn a casa. El capità accepta lliurar-li la seva filla Senta com a esposa, però la irrupció d’un antic pretendent fa desesperar l’holandès, que torna al mar. Senta, que l’estima verament, se sacrifica per salvar-lo.
Albert Dohmen i Egils Silins en el rol de l’holandès i Emma Vetter i Anja Kampe com a Senta encapçalen un repartiment de primer nivell.
Intel·ligent producció del director d’escena i de cinema Philipp Stölzl, que reinterpreta la història i la trasllada a la biblioteca de la mansió de Daland, on la realitat i la ficció s’entrellacen a mesura que Senta imagina l’acció llegint el conte de l'holandès errant.
Los seres humanos tenemos la facultad de creer que nuestras ideas pueden materializarse, tenemos la tendencia a pensar que podemos hacer realidad lo que pensamos y con ello hemos creado la mayor parte del mundo conocido. El problema comienza en ¿qué pasa si lo que pensamos crea una realidad alternativa que sólo sucede en nuestra imaginación?
Con un montaje realmente interesante y muy bello plásticamente, el director alemán Philipp Stölzl nos presenta esta hermosa reflexión sobre las diferencias entre verosimilitud, fantasía, realidad y ficción.
Der Fliegende Holläder (1843), una de las óperas wagnerianas menos difíciles para el espectador promedio, la más corta de su producción y la más cercana a la ópera italiana de su tiempo, es una obra de extraordinaria belleza, que permite conocer lo mejor del compositor alemán. Con un libreto del propio Richard Wagner (1813-1883), esta obra toca los puntos clave del romanticismo alemán: la fidelidad amorosa como virtud, la salvación del alama a través del sacrificio por amor, la muerte y el más allá. Sin ningún intermedio pudimos ver cómo Senta crea su fantasía, como una realidad alternativa a su vida de obediencia filial. Perfectamente contada la historia y con un punto de vista muy personal.
Esta producción también pasará a la historia por ser la primera vez que una mujer dirige Wagner en el Liceo. La verdad es que el trabajo de Oskana Lyniv, la ucraniania que debutaba en este teatro con este montaje, fue bastante correcto. Desgracidamente la inseguridad y fallos constantes en los cornos hicieron mella en los espectadores.
Quizá porque la puesta en escena pone el acento en ella, el trabajo de Elena Poposkaya en el papel de Senta, sobresalió del todo el elenco. Un fraseo cuidadoso, matices de mucha dulzura y una voz redonda y cálida, hicieron de este papel una linda experiencia. El tenor Timothy Richards en el papel de Erik y Albert Dohgemen en el protagónico, hicieron un gran trabajo con sus difíciles papeles. Pero fue en el conjunto en donde encontramos el mayor acierto, donde la profundidad de la visión escénica, encontró una repercusión real en la interpretación musical y si, casi se dio ese milagro que pide Wagner: La obra de arte total.