Francesc Cuéllar encarna el prototip de jove de vint-i-tants que intenta la gran fita de viure sol, sense compartir pis, a Barcelona. Amb la conferència com a format vehiculador, es construeix un relat en primera persona, amb lucidesa i humor, sobre els camins per arribar a l'autosuficiència abans dels trenta. Una dissecció de les adversitats i els entrebancs que han d'afrontar, per sobreviure amb una certa dignitat, una generació de joves millenials que viuen indefinidament en precari: l'especulació, la gentrificació, la bombolla immobiliària, el turisme de masses... Un repàs minuciós i sarcàstic dels usos i costums, drets i necessitats de la societat contemporània. Pel que toca a maneres de viure.
er joven hoy en día quizás no sea más difícil que en otras épocas, pero sí que hay más trabas para independizarse y no morir en el intento y más si el destino de esa independencia es una de las grandes ciudades, por ejemplo, Barcelona donde los precios y el nivel de vida están por las nubes.
De eso habla Livalone, del deseo de ser libre, de cambiar la pequeña ciudad por el deseo de vivir en una grande, de ser capaz de realizar tus sueños a todos los niveles... pero de repente todo cae por su propio peso, ayudado por las trabas del f*cking money para llevarlos a cabo.
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Livalone incomoda al espectador con las palabras y las acciones. La puesta en escena no es grata, no es un cuento de hadas y el relato de las diferentes casas y situaciones que ha vivido el protagonista nos es más o menos familiar y sentirse afortunado significa no haber vivido esa situación y/o parecida en nuestras propias carnes.
El buen ritmo dramatúrgico decae en algunos momentos que se salen de la poética de combate y se meten en una más de sueños o de pesadilla en boca de Alejandro Curiel en medio de un diseño de luces a mitad de camino entre el infierno, el futurismo o el mundo de los sueños.
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