Macbeth. Jaume Plensa

informació obra



Sinopsi:

“Els dorments i els morts són pintures, tan sols: només els nens tenen por del dimoni dibuixat.”

William Shakespeare (Macbeth, acte II, escena II)

La història d’amor entre Verdi i Shakespeare començava amb Macbeth, una obra considerada com “una de les millors creacions de la mà de l’home”. Verdi sentia devoció per l’obra de Shakespeare i aquesta és la primera òpera en què s’hi basà. A partir de la tragèdia, volia assolir “quelcom extraordinari”. Per a Jaume Plensa, ocupar el Macbeth de Verdi-Shakespeare ha estat un somni de joventut. Quan Gerard Mortier li va preguntar a Salzburg quin títol volia dirigir, no ho va dubtar. Haurà hagut d’esperar 25 anys per fer del somni una realitat.

Les bruixes profetitzen que Macbeth serà el proper rei d’Escòcia, i Lady Macbeth empeny el destí assassinant l’actual rei. Els vaticinis de les bruixes porten Macbeth a ser sanguinari amb amics i rivals, fins que sol i furiós s’enfronta a la darrera batalla, en la qual acaba morint. Un duet de dramàtica intensitat i autoritat vocal per defensar els rols principals de l’honest general empès a l’assassinat i l’engany per l’ambició sense mesura de la seva esposa.

Una de les frases més fascinants de tota l’obra —“Sleep no more”— ens explica que, amb l’assassinat, Macbeth no només ha matat algú, sinó que també ha acabat amb la possibilitat de dormir tranquil la resta de la seva vida. Paraules que han perseguit des de la infància Jaume Plensa. La poderosa presència estètica i ritual de Jaume Plensa, on posarà en moviment tot el seu univers iconogràfic, és l’escenari ideal per a aquest drama fosc, teatral i ple d’energia demoníaca, que estarà magistralment dirigit pel mestre Josep Pons.

Crítica: Macbeth. Jaume Plensa

25/02/2023

Carmela aplaca la furia de Macbeth

per Imma Fernández

Tras los entusiastas aplausos recibidos por el respetable, podemos afirmar que Jaume Plensa ha salido por la puerta grande del Liceu, por esas ‘Constel.lacions’ diseñadas por él mismo, en su debut como director escénico con un ‘Macbeth’ de enfoque simbolista y esteticista, con algún imponente toque escultórico. Arropó el estreno un elenco de lujo, con la espléndida Sondra Radvanovsky y Luca Salsi como pareja protagonista –apoyados con bravos a algunas de sus arias- y un muy solvente Erwitt Schrott como Banquo. Plensa ya había trabajado con éxito como escenógrafo y figurinista con La Fura dels Baus (‘La damnation de Faust’, ‘La flauta mágica’…) y ha sido su nueva faceta como ‘regista’ la que ha suscitado más controversias en parte del público, que confiaba en una más potente dramaturgia para dar contenido al preciosismo formal.

El artista catalán deja su impronta con elementos de su característico imaginario, empezando por la impactante creación, de ocho metros de altura, que asoma cuando se alza el telón: una figura de malla metálica con letras (que el espectador debe completar), con una escalera interior por la que Macbeth y Banquo ascienden a la atalaya, símbolo del anhelado trono, para asistir a su primer encuentro con las brujas. No hubo más sorpresas en el primer acto, tomando el escenario la excelente iluminación de Urs Schönebaum. Quería Plensa dejar espacio y protagonismo a los cantantes y a la música, y así lo hace. Esa apuesta por la austeridad tiene el inconveniente de remarcar el estatismo escénico, la escasa teatralidad y falta de intensidad dramática, que no casan con las sanguinarias maquinaciones del ambicioso matrimonio Macbeth.

El impacto visual se completa en los otros actos con tres imponentes rostros zen a lo ‘Carmela’ pero dorados, y ocho enormes cabezas de malla metálica, como la ‘Anna’ que se exhibió en el 2019 en la basílica de Montserrat, que penden etéreas sobrevolando el espacio –se podrían disimular más los cables- y resaltan impactantes sobre un fondo rojo. Frente a esa belleza plástica, resultó poco afortunado el despliegue de una enorme sábana con un interrogante impreso, el del incierto futuro. Las letras, marca de la poética de Plensa que enfatiza la trascendencia de la cultura, están omnipresentes en toda la pieza: en la construcción de las figuras, en frases como la reveladora ‘Sleep no more’ y en las telas del vestuario, que también firma el artista. Muy poco favorecedores son los rígidos y encorsetados patronajes de los atuendos de los cantantes, que impedían un movimiento fluido, a no ser que la intención fuera asemejarlos a figuras escultóricas. El cromatismo de blanco, rojo y negro que domina la producción resulta muy sugerente y elegante. Más discutible es que la más mala de la película, Lady Macbeth, luzca de luminoso blanco y reste siempre impoluta en un intento poco comprensible de sacarle algo de luz a uno de los personajes más crueles del bardo. Poco juego tuvieron los elementos fantasiosos, como el espectro de Banquo, que deambula de un extremo a otro del escenario. El juego lo dieron, animando la puesta en escena, las excelentes coreografías de Antonio Ruz a cargo de una veintena de bailarines, siendo especialmente brillante la  que abría el tercer acto.

El aclamado artista ha esculpido este ‘Macbeth’ con los ejes de su trabajo: la materia y el vacío, el cuerpo y el espíritu, transmitiendo esas sensaciones de pureza y calma que emanan de sus creaciones. Con su imaginario ha aplacado el fuego del mal, la furia de la que hablaba Shakespeare, sirviendo la tragedia sin que se vea derramar la sangre. La belleza vence a la maldad y el público liceísta, con sus calurosos aplausos, se ha rendido a ella.