Mal de coraçon és una de les maneres amb què Santa Teresa anomena la seva malaltia. No se sap amb certesa què patia exactament, però el que sí que és evident és que la seva relació amb el dolor era forta i intensa.
A la nostra obra, tres personatges agònics i mig alcoholitzats, que pateixen algun dolor a l’ànima, es troben en un bar. Un espai que, com el convent, reuneix gent que d’alguna manera necessita fugir de la quotidianitat. Ànimes assedegades, fidels al lloc que habiten, que poden tenir visions, si no místiques, com a mínim distorsionades.
Una cambrera, que en realitat és actriu, prepara un càsting per a un musical sobre Santa Teresa; un enamorat ressentit i mig paranoic que creu que la seva parella l’ha deixat per Déu, i un professor de filosofia moribund i fracassat que desitja ser redimit. Antiherois sense rumb que no troben el seu lloc al món. Fora, un diluvi ha aturat la ciutat.
La mística está de moda, quién nos lo iba a decir. Brillantes creadores vuelven la vista al cielo buscando las respuestas que no encuentran a ras de suelo. En esta línea, la dramaturga Victoria Szpunberg se ha impregnado de la obra visionaria de Santa Teresa para iluminar su nuevo texto, 'Mal de coraçon'. Como en Buñuel o Pasolini, reverbera un tono sacrílego, en este caso una exhortación al humor que todo lo vuelve prosaico. En esta lectura desacomplejada intervienen la energía e imaginación desatadas que imprime la dirección de Andrea Jiménez (Teatro en Vilo) y también la entrega de los tres intérpretes de la Companyia Solitària que desborda los límites del escenario del TNC (...)
Entremeses de aire clásico, teorías ahistóricas, requiebros musicales; todo encuentra su espacio. La dirección de Jiménez no se asusta ante este apabullante guisado sobre el dolor del alma salpicado de versos de la célebre monja de Ávila. El dinamismo de la puesta en escena traspasa el marco del texto, se apoya en el absurdo beckettiano para darle la vuelta al paradigma barroco: meter humor para rellenar las sombras. La cuarta pared y otras convenciones están de más en esta misa muy humana que se ríe de las desventuras para igualarnos en nuestra nimiedad de seres sufrientes.
Todo este despliegue no tendría sentido sin los tres intérpretes volcados en la causa de transmitir su entusiasmo. López está revelador como es costumbre en él, aún más porque se sale de sus registros arquetípicos. Vinyals trabaja una saturación emocional muy acelerada. Finalmente, la camarera que interpreta Barceló se lleva el gato al agua con sus vaivenes de cordura y desenfreno, valiente y frágil, con interpretaciones musicales de antología. Una obra para creer en los milagros.