Aquest espectacle és una festa autèntica i el públic són els convidats. Una dramatúrgia participativa, aparentment esbojarrada, que avança sobre un collage d’històries i reflexions sobre el que som i el que volem arribar a ser i sobre el recorregut d'uns personatges que entren en contradicció amb l'obsessió per la permanència. Una radiografia de la societat actual en què conviuen els qui fan les coses per poder explicar-les i els qui les fan perquè no podrien no fer-les. Un projecte sobre desitjos i frustracions engendrat per Lluki Portas durant els seu pas pel Màster de Creació en Arts de Carrer de FiraTàrrega.
La entrada triunfal de Lluki a su fiesta de cumpleaños consiste en ella fingiendo estar muerta. Solo por eso, ya podemos pensar que es un personaje complejo. Y como más avanza la trama, más parece que es alguien con una importante necesidad afectiva y una terrible obsesión por sentirse querida y dejar huella. Estamos en su fiesta de cumpleaños, tal vez la fiesta que nunca tuvo dado que nadie nunca acude a las fiestas en verano. A una servidora le parece inevitable que la alegría del guateque que le preparamos –sí, los espectadores se la preparamos en 5 minutos siguiendo las instrucciones de un divertido videotutorial- dure poco. Suena la música, jugamos a juegos, tomamos comida y bebida, pero por dentro espero a que llegue el momento. Lluki tiene enfados en el que preveo lo peor. Pero de repente se calma, y la fiesta sigue con normalidad. Espero en las acciones de la protagonista algo que no esté bien, un golpe que se esté gestando, una venganza propia de Carrie que rompa con el aire festivo y nos transmita el verdadero mensaje del espectáculo: Un aviso de lo duro que es sentirse ignorado, del daño que la soledad puede hacer en las personas. Me espero que la fiesta acabe mal mientras a mi alrededor todo el mundo disfruta, se motiva e incluso hace sus aportaciones al espectáculo. Me preparo para la desgracia que parece avecinarse, que tiene que llegar en breve… Pero no llega. La fiesta sigue su curso con alegría y superficialidad hasta el final. Lluki nos dice que le gustaría ser invisible como las telarañas de spiderman, y nosotros los invitados lo celebramos. Como si ser invisible fuera positivo, como si estar solo en tu cumpleaños fuera algo de lo que alegrarse.
Entre medias, vídeos divertidos, canciones del verano y cámaras por doquier (la propia protagonista nos pide que grabemos el evento). Solo algunos paréntesis curiosos y con una cierta trascendencia sobre el recuerdo en la era de las nuevas tecnologías parecen romper la alegría, para devolverla después como si nada hubiese ocurrido. “Somos jóvenes y modernos, pero también pensamos en cosas profundas”, parece que digan. El problema es que esa reflexión sea olvidada a los pocos segundos, eclipsada por la necesidad de dejarse llevar por la celebración. Como si al final, lo único que perdurara en esta generación fuera la fiesta. Una lástima que ese sea el retrato que ofrece.