Lucia del Greco adapta i dirigeix la novel·la de la premi Nobel francesa Annie Ernaux
La Premi Nobel francesa Annie Ernaux ofereix a Pura passió el seu text més sincer en què parla de desig i dependència amorosa a l’edat madura. Descriu l’obsessió devastadora d’una dona gran per un home casat i l’espera a la qual queda sotmesa. Ens submergim en la seva memòria, transformant un sentiment privat en universal a través d’una feminitat complexa i ferotge. Sense judicis ni cinisme, el monòleg de la directora Lucia del Greco interpretat per Cristina Plazas se centra a descriure una passió incontrolable i el reconeixent del luxe d’haver-la experimentat.
La prosa directa, despejada y sobria, diríase que aséptica, de la premio Nobel francesa Annie Ernaux encaja perfectamente en la brillante propuesta de Lucia del Greco, con Cristina Plazas de protagonista. La estupenda actriz maneja con cadencia pausada una dicción exquisita que puntea la desazón de un amor no correspondido. La pura pasión irracional e irrefrenable en una propuesta que juega con una frialdad conmovedora.
Al entrar en la sala Akadèmia encontramos a la intérprete en lo que podría ser una fría sala de autopsias, con un artefacto lumínico de Cube.bz, como una mesa camilla, sobre la que yace inmóvil y de blanco. Empieza la función y su cuerpo se levanta, pero su alma parece permanecer sobre esa mesa que es ocupada poco después por el motor de un vehículo. Simboliza al hombre, amante de la buena ropa y los coches, que le ha robado el tiempo, la razón y la dignidad. Ella lo irá despedazando lentamente, como el cirujano que hurga en las heridas con precisión y cuidado. Una disección dolorosa y afilada para tomar consciencia de su devastadora dependencia emocional y evaluar los daños.
Lo hace con una actitud mecanizada, distante. Durante el año que duró la relación, ella se dedicó en exclusiva a esperar la llamada de su amante y su encuentro sexual fugaz. No había nada más en su vida. Todo lo supeditaba a Él. Un hombre casado, extranjero, diplomático… Poco más sabemos de quien hizo creer a la protagonista que jamás había habido en su vida nada más importante que estar con él en la cama a media tarde.
De la mano de Plazas, el espectador parece entrar en trance mientras rastrea junto a ella los recovecos de la memoria personal y colectiva. A Ernaux se la distingue por verter en sus novelas retazos autobiográficos de una intimidad abrumadora. Se escribe a sí misma y hay algo hipnótico en sus palabras en primera persona y en su excelente mensajera en escena. El montaje consigue una total conexión entre la actriz y el público, que sigue atento una narración descarnada, radical y profunda sobre la obsesión, con un despliegue emocional devastador y lleno de sinceridad. “¿Es normal lo que siento?”, se pregunta la mujer.
La obra evita juicios y apela a lo esencial dejando un duro testimonio del ciclo vital de toda pasión: nace, nos consume y muere. Hasta un final que redime, significando la riqueza de haber vivido una pasión. “Cuando era niña, para mí el lujo eran los abrigos de pieles, los vestidos de noche… Luego creía que consistía en llevar una vida intelectual. Ahora me parece que el lujo consiste en poder vivir una pasión por un hombre o una mujer”. Un lujo es también ver esta obra.