L'any 2013 Aurélien Bory portava al Grec Plexus, el retrat fet dansa de la ballarina japonesa Kaori Ito. Aquell espectacle, però, tenia un antecedent, un primer retrat coreogràfic que ara arriba al festival. És el de Stéphanie Fuster, una jove francesa que, de manera sorprenent, va decidir llançar-se a un abisme desconegut, traslladar-se al sud d'Espanya per estudiar flamenc durant vuit anys amb el bailaor Israel Galván, i esdevenir, així, bailaora. D'aquí el títol de l'espectacle, que s'interroga sobre un canvi radical que tan aviat pot resultar fascinador com aterridor.
El muntatge neix quan Fuster va tornar a França i va demanar a Bory que creés un espectacle per a ella. Consagrat a la investigació de l'espai en els seus muntatges escènics i aliè al món del flamenc, Bory s'hi va negar, però la idea el va anar seduint fins que es va adonar que volia elaborar un retrat de la ballarina, per explicar no tant la seva vida com el contrast entre el seu món interior, dedicat a la pràctica solitària i repetitiva de la tècnica del flamenc, i un món exterior en el qual s'enfronta a tota mena d'obstacles.
A les tres parts de què consta l'espectacle, aquests obstacles prenen la forma d'un vestit aparatós que la intèrpret arrossega, un espai limitat que l'encaixona o l'aigua que dificulta les evolucions de la bailaora però que hi aporta una dimensió nova. Tot, amb la música en viu que ofereixen a l'espectacle el cantaor Alberto García i la guitarra de José Sánchez, i que contribueixen a crear un espectacle que no tracta tant sobre el flamenc com sobre l'art i la vida.
Cuando se consigue algo luchado con tenacidad y viene por sorpresa la pregunta ¿y ahora qué? La calma extraña del genio creativo, que es inquietud por el siguiente paso, ansiedad por un nuevo proyecto. La felicidad de esta artista se parece más a un recuerdo melancólico que a un futuro por dibujar. Sevilla fue el lugar de la catarsis, cuando decide dejar su Francia natal y reencontrarse con las raíces familiares. Mujer y extranjera que anhelaba ser bailaora. De vez en cuando la vida es una broma frente a la cual el verbo se hace movimiento.
Stéphanie Fuster pidió a Aurelien Bory un espectáculo en el cual explicar aquellos ocho intensos años de su vida. Y casi en penumbra nació Questcequetudeviens? Se parece al camino a recorrer desde el fondo de una cueva. En un extremo, las imágenes idealizadas. A este lado, las experiencias. Pudo trabajar con los más grandes, debió esforzarse como pocas, aprendió a dejar atrás: lo más difícil de una elección. Por eso el ambiente general de la obra se recrea tan claramente en el silencio de la introspección. Papel fundamental juega la iluminación, pero también el tono grave de la composición musical y un expreso alejamiento de esa furia con la que habitualmente relacionamos el flamenco. Y es que el recuerdo se teje de claroscuros. Así es en realidad, salvo que queramos engañarnos.
Vivir es desaprenderse y olvidar. Por eso el prodigioso zapateao se convierte en percusión acuática en la pequeña piscina. El rojo pasión del elegante vestido original, se torna oscuro. Y la composición musical y la guitarra de José Sánchez, con el cantaor Alberto García, de matices suaves espectrales, representa esa figura masculina: auténtico campo de la batalla, ganada con tenacidad. Allí, en el centro, está la bailaora: mujer de otro lugar que quiso conquistar terreno ajeno y que con ondulado movimiento de brazos y manos se regresa con lo mejor de la tradición flamenca, consciente de lo mucho que queda aún por hacer y alejada de algún que otro cliché que aún persiste.
¡Ole por la guerrera!