El ministre de justícia ha desaparegut voluntàriament. El dia en què el parlament ha d’aprovar el seu nou paquet de lleis, un fet inexplicable el deixa fora de joc. La seva nova realitat física el converteix en una amenaça pels interessos del partit. Sap que ningú és de fiar, sobretot la seva dona, que també té ambicions polítiques. Què passaria si, de forma espontània i radical, la natura comencés a reaccionar davant els desequilibris que la humanitat ha creat? Daniela Feixas ha escrit una comèdia on la natura amenaçada decideix passar a l’acció per mantenir el seu propi ordre.
Daniela Feixas ha creado el Gregor Samsa de la identidad de género. En una especie de justicia poética, su personaje se convierte en todo aquello que odia, aquello que lucha por prohibir. Para los fervorosos creyentes, un día se acostó como un dios y se levantó con forma de demonio.
Simone obviamente bebe de Beauvoir, pero también de Kafka o incluso a veces hay ligeras pinceladas de Saint-Exupéry, además de ser un soplo y bofetada de realidad que podemos encontrar en cualquier noticiero.
(...)Además de la esperpéntica situación, Simone juega con el lenguaje a través del personaje de la Rosa, una hilarante Anna Güell, que a pesar de lidiar con un espejo excesivamente presente, consigue dibujar la mejor interpretación de la función. De su boca sale veneno. Sus réplicas son las que te ponen sobreaviso y al mismo tiempo de ser las que provocan mayores carcajadas por parte del público
Tilda Espluga da vida a este hombre convertido en mujer de la noche a la mañana, el ministro de justicia de un país al borde de la revolución por la aprobación de unas nuevas reglas morales. Su personaje, central en la trama, es el más disperso, toca demasiados asuntos y al final queda una extraña sensación de estar desdibujado en exceso, a pesar del excelente trabajo actoral por enderezarlo. Hay algo que no acaba de cuajar.
(...)El cóctel final es una mezcla de querer y quedarse a medias. Quizás se haya perdido en medio de la búsqueda excesiva de la sonrisa fácil, pero esta Simone debería haber forzado un poco más la máquina, la crítica con una buena dosis de mala leche y menos autocomplacencia.