Soc el vent

informació obra



Autoria:
Jon Fosse
Direcció:
Marc Chornet Artells
Sinopsi:

El maig del 2007, el dramaturg noruec Jon Fosse estrenava, al Festival Internacional de Bergen, Soc el vent, una peça que aquell mateix any es tornava a posar en escena al Teatre Nacional d’Oslo. Crítica i públic es van deixar seduir immediatament per un text que parteix de situacions minúscules o anecdòtiques per crear moments d’un gran dramatisme, una obra que dibuixa amb poques paraules una imatge que sembla un paisatge minimalista, però que acaba revelant-se com el retrat interior de tota la humanitat. Dos homes conversen mentre naveguen en una barca, entre la boira que sura sobre l’aigua i, després d’aturar-se en una cala on mengen alguna cosa, continuen navegant fins que un d’ells es deixi caure a l’aigua i desaparegui. Reiteracions, silencis i una musicalitat especial caracteritzen l’estil de Jon Fosse que, com explica Marc Chornet, el director d’aquesta posada en escena, és capaç de fer aflorar la realitat profunda dels personatges partint de situacions minúscules i plantant batalla en tot moment contra la literalitat del que es diu en escena. En aquesta peça, les paraules són poques i semblen lleugeres, però contenen un pes i una profunditat que pocs textos assoleixen.

Com la resta de la producció de Jon Fosse, un dels autors contemporanis vius més rellevants de l’actualitat, aquesta obra s’ha vist poc a Catalunya, encara que el Grec 2011 Festival de Barcelona la va programar en una versió anglesa dirigida per Patrice Chéreau. Aquest cop, arriba a escena dirigida per un dramaturg i director que va ser fundador de la companyia Projecte Ingenu i que, des del 2019, s’ha fet càrrec de la direcció artística de l’Escenari Joan Brossa. Interpreten Soc el vent un Hans Richter d’origen alemany que hem vist al teatre, el cinema i la televisió i que té una experiència llarga en els nostres escenaris, i Manel Barceló (també guionista i dramaturg), que és un dels grans de la interpretació al nostre país.

Crítica: Soc el vent

30/09/2021

Conocer a Jon Fosse

per Gabriel Sevilla

Es el dramaturgo europeo vivo más representado. Está traducido a más de cuarenta idiomas. Pasa de los sesenta años. Cuenta más de cincuenta títulos. Se llama Jon Fosse, es noruego y suena cada año para el Nobel de literatura. En nuestras plateas, sin embargo, es prácticamente un desconocido. Un imprescindible del que, con contadas excepciones (I mai no ens separarem en el Malic en 2001, Vindrà algú en la Beckett en 2002), habíamos prescindido. Su obra reciente más representada, I Am the Wind, pasó en 2011 por Aviñón y el Grec dirigida por Patrice Chéreau. Las críticas fueron tibias. Un texto lacónico. Profundidad metafísica y mucho metalenguaje. Dos hombres en una balsa perdida en medio del océano, especulando sobre el sentido de la vida y la incapacidad de las palabras para captarlo. Impactó sobre todo la escenografía de Richard Peduzzi, que llenaba la escena de agua y daba un empujón naturalista a los lánguidos diálogos de los dos protagonistas, el Uno y el Otro, el suicida que ansía tirarse por la borda (y se tira, nada más empezar) y su temeroso compañero de viaje, aferrado a la barca y a la vida.

La versión catalana de I Am the Wind, dirigida por Marc Chornet, se estrenó en junio en el festival Grec y ahora hace temporada en el Akademia. Y el resultado es irregular. El texto de Fosse no es fácil. Es minimalista y muy abierto. Un poema dramático en prosa que se encomienda a su escenografía y a sus actores, que lo fía todo a sus pausas, sus repeticiones y dos grandes metáforas visuales. La primera es el barco a la deriva, la vida misma, que enfrenta a dos hombres a una naturaleza salvaje y a su fuero interno. La segunda metáfora está en el título, Soc el vent, que habla de desvanecerse como un golpe de aire y equivale, narrativamente, al suicidio. Entre las dos imágenes, entre la vida y la muerte, oscilan el fondo poético y los límites narrativos de la función, la angustiosa unidad de espacio que encierra a los personajes en una barca, en el lenguaje y en sí mismos. El montaje de Chornet, sin embargo, deja deambular al Uno y al Otro plácidamente por la pedregosa escenografía de Alfonso Ferri, asimilando su movimiento escénico a una cómoda sesión de terapia en tierra firme. Se echa de menos el crudo naturalismo de una balsa como la de Peduzzi, sus limitaciones espaciales y la tensión poética que se deriva de ellas. Y se echan de más los juegos de luces de David Bofarull que, en un críptico simbolismo, llenan la escena de tonos anaranjados y amarillos, de verdes fluorescentes y morados, sin que se entienda muy bien el sentido cromático ni las transiciones de uno a otro.

La dirección de actores también resulta desconcertante. Chornet elige un tono entre naíf y risueño que tiene difícil encaje con la desesperación del texto. Los arrebatos suicidas del Uno se enuncian con la ingenuidad del capricho infantil. Sus limitaciones expresivas (“soy un bloque de hormigón, soy la grieta de un bloque de hormigón”) suenan a ingenuos conatos del artista adolescente. Las réplicas del Otro, en cambio, se delizan a menudo hacia una mueca risueña, llegando a veces a la carcajada, en un humorismo difícil de cuadrar con el empaque lúgubre de la pieza. El problema no son, obviamente, las aptitudes dramáticas de Hans Richter como el Uno y de Manel Barceló como el Otro. El problema es una dirección de actores que parece empeñada en amenizar la dureza del texto con ráfagas de candidez y vis cómica.

Soc el vent tiene un mérito indudable: descubrir a Jon Fosse a nuestras plateas, sacarnos de la inopia respecto a este gigante de la dramaturgia europea que, un día u otro, recibirá honores en Suecia. Pero harán falta más textos de Fosse para calibrar una obra y un estilo que de momento resultan difusos, que se han asociado a nombres tan dispares como Ibsen, Beckett o Bergman. Lo cierto es que, en Soc el vent, cuesta encontrar la asertividad y la voz de denuncia del primero, la crudeza sarcástica del segundo o la sofisticación metafísica del tercero. Una primera toma de contacto a la que esperamos que sucedan otras.