Diptyc: La porta absent + La cambra perduda

Dansa | Teatre

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Autoria:
Peeping Tom (TBA)
Sinopsi:

Actualització: Al Teatre Nacional es podrà veure també la tercera part de la peça, The hidden floor

Les dues peces que componen aquest díptic escènic van ser creades originalment per l’argentina Gabriela Carrizo i el francès Franck Chartier, ànimes de la companyia belga de dansa-teatre Peeping Tom, amb els intèrprets del Nederlands Dans Theater. Ara, un nou repartiment amb intèrprets de Peeping Tom reinterpreta aquelles creacions, unes coreografies en les quals els personatges evolucionen en espais dels quals no poden escapar i vagaregen per laberints sinistres i misteriosos en què la realitat es confon amb la fantasia, moguts per unes forces naturals i adreçant-se a un destí incert. Passat, present i futur es barregen en aquestes dues peces en les quals les premonicions i un món de records inexactes i canviants són factors destacats. L’atmosfera cinematogràfica tan pròpia de les creacions de la companyia belga les amara totes dues. La primera part, La porta absent, té lloc en una habitació tancada, plena de portes que no s’obren i on un home entre la vida i la mort mira de trobar el seu camí enmig d’un núvol de pensaments. En canvi, a La cambra perduda, ens trobem en el laberint de cabines i passadissos d’un vaixell, un escenari on descobrirem el món interior dels personatges, protagonistes d’unes històries que van més enllà del temps i de l’espai. Suspens, un humor fosc i un univers visual que evoca el realisme màgic s’uneixen en un espectacle singular creat amb un llenguatge interpretatiu, únic i extrem.

Crítica: Diptyc: La porta absent + La cambra perduda

22/07/2020

Perturbadoras y fascinantes pesadillas

per Imma Fernández

Noche de pesadillas en el anfiteatro del Grec. Las unas, las de Peeping Tom, nos llevaron a esos fascinantes y perturbadores mundos del subconsciente que retrata la compañía con su sorprendente y magnífico lenguaje coreográfico. Las otras, las que amenazaban al festival por el coronavirus, sembraron de indignación la platea. El aclamado colectivo, asiduo a la cita barcelonesa, volvió a seducir al personal rescatando y revisando el díptico ‘La puerta ausente’ y ‘La habitación perdida’, propuestas menos teatrales que su trilogía sobre la familia y más en la línea de piezas como ‘À louer’. Pretendían presentar también ‘The hidden floor’, que transcurre en un restaurante abandonado, pero el confinamiento impidió completar el tríptico.

Apuntaladas por los efectos sonoros y la iluminación, las dos piezas evocan un set cinematográfico. En la primera, una habitación con puertas juguetonas que se resisten a ser abiertas, metáfora de un laberinto sin escapatoria. La atmósfera intrigante envuelve ya la primera escena: hay un muerto sobre una silla. Un camarero limpia la sangre del suelo con una escurridiza bayeta mágica manipulada con un hilo invisible mientras se entrega a una espasmódica danza. El humor negro, siempre presente en el imaginario de los creadores, Gabriela Carrizo y Franck Chartier, se desliza en una narrativa que mezcla la realidad con los deseos, temores y fantasías más turbias de los personajes. Eros y Thanatos campan a sus anchas en ese mundo interior en el que se cuelan cadáveres, violencia machista, pasiones y sexo. Los ocho artistas –repartidos entre señores y sirvientes- vuelven a asombrarnos con su prodigioso virtuosismo: frenéticas convulsiones, acrobacias, contorsiones, caídas… Movimientos ‘made in Peeping Tom’ que confieren a las coreografías ese surrealismo tan sugestivo.

En un cambio de escenografía realizada por los propios intérpretes, a modo de edición fílmica, ‘La habitación perdida’ nos lleva a un camarote de barco. A un mundo inestable, interior y exterior, en el que asoman las fuerzas de la naturaleza, como ese vendaval que al abrir una puerta arrastra a los intérpretes por los suelos, la nieve que deja petrificada a una mujer o los vaivenes que produce un mar enfadado. La misma inestabilidad que afecta a las relaciones. A familias y parejas. Lo muestran con esa cama bajo cuyo edredón aparecen y desaparecen personajes, deseos y soledades. Marejada física y emocional, que acabará con una mujer desconsolada lanzándole preguntas al desamor.