El rei de Navarra i tres dels seus cavallers han jurat allunyar-se dels plaers mundans durant tres anys, per dedicar-se exclusivament a l’estudi. Fins i tot han prohibit que s’acosti cap dona a menys de mil milles de la cort. Però aviat els visitarà una ambaixada de la princesa de França, i tres de les seves dames, amb l’objectiu de recuperar uns territoris en litigi a l’Aquitània. Així, el rei de Navarra i els seus tres nobles es veuran abocats a enfrontar-se als manaments de Cupido, el Príncep de les rimes de l'amor, els laments i els sospirs.
Pere Planella, cofundador del Teatre Lliure i de Zitzània Teatre, celebra aquesta temporada el cinquantè aniversari com a director escènic, dirigint una de les comèdies més refinades de Shakespeare, coetània d’El somni d’una nit d’estiu i Romeu i Julieta.
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Voy a ser muy franca, Shakespeare me cansa. Me aburre soberanamente los montajes del Bardo cuando se quedan en su esencia y no me muestran nada más que aquello que cogiendo el libro de la biblioteca se hubieran podido imaginar mis ojos. Hay compañías geniales que le saben dar una vuelta de tuerca, como Projecte Ingenu o Pirates Teatre, esas que no tienen acceso a las grandes salas y se quedan relegadas a ir saltando de sala en sala de la escena alternativa.
Afanys d'amor perduts cumple con la máxima, una comedia de enredos donde el truco queda desvelado en menos de diez minutos de función y que la puesta en escena y la dirección son tan planas que ya puedes tener a los mejores actores encima del escenario que la platea será todo un recital de bostezos.
Se tiene que agradecer a Pere Planella que recupere la forma de puesta en escena de los montajes de los noventa, quizás a algún milenial le interese, aunque para eso ya tenemos los vídeos de aquella época en el museo del Institut del Teatre, para que los más curiosos conozcan de dónde venimos, aunque muchos no sepan a dónde vamos.
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La poda del texto se ha quedado corta, más teniendo en cuenta que la trama es más sencilla que el mecanismo de un chupete. No hay ningún tipo de fuerza atrayente para mantener los ojos pendientes de lo que pasa en escena.
En fin que parecía que se había perdido el miedo a tocar y manipular a los clásicos, pero parece que siempre van a quedar corrientes más conservadoras que saquen los faldones y las telas, un modernismo de pega y un humor grotesco que no despierta ni la más mínima sonrisa.