Asesinato de un fotógrafo

informació obra



Intèrprets:
Pablo Rosal
Direcció:
Ferran Dordal i Lalueza
Autoria:
Pablo Rosal
Vestuari:
Sílvia Delagneau
Escenografia:
Maria Alejandre
So:
Clara Aguilar, Pau Matas Nogué
Composició musical:
Clara Aguilar, Pau Matas
Il·luminació:
Mingo Albir
Sinopsi:

Seguint les pistes d’una misteriosa nota, un detectiu privat recorre la ciutat creuant-se amb una sèrie de singulars personatges, tots ells sospitosos de l’assassinat del cèlebre fotoperiodista alemany Franz Ziegetribe. L’observació i la intuïció guiaran les seves passes. Tota escena d’un crim és una posada en escena. Tot cadàver inaugura un relat. El relat és el discurs criminal. Desmantellar un relat és fer aflorar el funcionament de la vida. D’aquesta manera, assistirem a un clàssic procés d’investigació on l’aroma del noir més clàssic es destil·la amb les potencialitats de l’àmbit escènic, per qüestionar-se alguns dels paradigmes de la contemporaneïtat a través d’aquest singular homenatge i paròdia de gènere.

Crítica: Asesinato de un fotógrafo

01/02/2023

Landismo noir

per Juan Carlos Olivares

Dicen las crónicas capitalinas que con Castroponce Pablo Rosal ya se regodeaba en jugar con los lugares comunes. De aquellos tópicos relacionados con la política y el teatro ha pasado a desvalijar con primorosa dedicación poético-dramática todos los clisés relacionados con la novela policiaca y el film noir en este solo titulado Asesinato de un fotógrafo, estrenado hace unos días en la Sala Beckett y dirigido por Ferran Dordal, uno de sus sospechosos habituales. Un monólogo que invoca el nihilismo de los detectives de Dashiell Hammett y Raymond Chandler, la rueda de sospechosos de Agatha Christie, los paisajes exteriores e interiores de Pepe Carvalho y la elegancia canalla de las películas de Jean-Pierre Melville. Un festival vintage subrayado por un álbum narrativo que recupera para el público ciego de referentes la fotonovela policial, género perdido desde hace décadas. Como la calificación “S” de películas y publicaciones. Incluso la banda sonora -un ejercicio musical a cargo de Clara Aguilar y Pau Matas- se sumerge en la inevitable alianza entre el crimen novelado y el jazz.

Pero este viaje por lo reconocible es un espejismo. Mientras Rosal reconstruye un asesinato entre escenarios vaciados de humanidad y conversaciones culpables, se infiltra en paralelo otra gramática que parece justamente contradecir el limpio homenaje al género. Sobre todo, porque la desesperanza es sustituida por una oda al amor y sus satélites cuando llega el momento de señalar al asesino. Apostar por el reverso sin perder la actitud y la estética. Y en este limbo entre el vestido y el corazón, que va mucho más allá del desprecio que el Dr. H, comandante jubilado de la policía cantonal de Zúrich y personaje de La promesa de Dürrenmatt, siente por la perfección especulativa de las novelas de detectives, Rosal impone su libertad sin límites líricos como autor.

¿Dónde colocar entonces el rol de Dordal en este universo tan marcado por la personalidad de Rosal? Quizá -y es pura especulación- en sobreponer al personaje del detective el personaje del crooner, como si se hubieran fundido en un solo cuerpo dos ficciones protagonizadas por Alfredo Landa. El maridaje de los protagonistas solitarios de El crack de Garci y Sinatra de Betriu. Rosal como cantante que no canta y hombre orquesta que solo hace sonar un bajo y una trompeta. La coreografía estudiada del seductor en su concierto. Artificio parsimonioso, de vieja escuela de artistas perdedores. Extraños en la noche que desaparecen después de culminar un striptease a la inversa.