Casi nadie se cuestiona que la educación es una de las palancas principales del ascensor social. Tabla de salvación para salir del círculo vicioso del fracaso escolar que te condena a los estratos más bajos de la sociedad. La ficción anglosajona se ha apuntado con alegría a esa premisa de To Sir, with Love a Educating Rita. Mensaje que funciona aún mejor si está basado en hechos reales, como Freedom Writers o Dangerous Minds. La situación es siempre la misma: un profesor motivado rehabilita un grupo conflictivo de alumnos superando todos los obstáculos puestos por los propios adolescentes, sus familias y la misma escuela.
Entonces llegan los irlandeses Iseult Golden y David Horan y colocan un espejo agrietado de realidad que cuestiona a fondo ese ideal. Con humor, sin moralina y sin respuestas, Class se pregunta si la escuela no participa de los mecanismos que perpetúan el sistema económico que genera la desigualdad. Idea que parece reflejada en la misma polisemia del título. Clase: aula y grupo social. Una comedia acre sobre cómo la clase dominante se apropia de todas las herramientas -también del lenguaje- para mantener el status quo, para decidir qué es el éxito y qué el fracaso. Y como los bienintencionados (un maestro guay) no hacen más que ayudar a que todo siga igual. Él mismo atrapado en sus miedos de perder su frágil privilegio de clase media ilustrada.
Un texto que encaja perfectamente en las motivaciones artísticas y sociales de Sixto Paz Produccions, coherente hasta la médula con su trayectoria. En este sentido, la dirección de Pau Carrió es un trabajo de humildad para adaptarse a la buena lectura del mensaje crítico que defiende la compañía. Más una labor de matices que un gesto de autoría. Detalles necesarios para unos personajes delicados que se desdoblan en niños y adultos y una situación que es un universo latente de violencia, donde se entrecruzan diferentes conflictos, colectivos y personales. Los detalles que ilustran perfectamente cómo Pol López (el maestro) va perdiendo el control del encuentro, que explicitan la rabia acumulada de Pau Roca (Brian, el padre) y el proceso de empoderamiento de Carlota Olcina (Sarah, la madre). Una función que mejora en la medida que el discurso latente se hace cada vez más visible y se aparta del “caso Jayden” (el hijo con dificultades de aprendizaje) para centrarse en el juicio social. Un trío de interpretaciones que crece en excelencia cuando los careos se vuelven intensos y la pátina de comedia se deshace ante la cruda realidad que las clases existen, aunque ya nadie quiera ser proletariado.
