Descripció d'un paisatge

informació obra



Autoria:
Josep M. Benet i Jornet
Direcció:
Toni Casares
Sinopsi:

En una ciutat mediterrània imaginària, un cap d’Estat totalitari ha decidit evolucionar cap a la democràcia. Ara, dues filles d’un dissident tornen de l’exili. Tenen por, però estan disposades a exercir la seva revenja personal.

Lluites de poder, venjança, temors, vulnerabilitat, interès i misèria formen aquesta història en què Josep M. Benet i Jornet, prenent com a punt de partida la tragèdia Hècuba d’Eurípides, reflexionava, a finals dels setanta, sobre el difícil equilibri entre el compromís polític i les pors, les il·lusions o els interessos personals.

Benet i Jornet, un dels autors indispensables de la dramatúrgia catalana contemporània, va morir l’abril de 2020. És, sens dubte, un dels autors catalans més importants de la història, i sense ell no s’entén l’evolució del teatre català. D’ell no només destaca la seva indiscutible qualitat literària, també i especialment el mestratge que va fer de diversos dramaturgs que van venir després, als quals va obrir braços i portes i va ajudar a créixer. Ara, la Sala Beckett i el Teatre Principal de Palma recuperen un dels seus textos més estimats: Descripció d’un paisatge.

Crítica: Descripció d'un paisatge

03/10/2021

El Régimen del 78

per Gabriel Sevilla

Josep Maria Benet i Jornet fue un camaleón escénico. En cincuenta años y más de cincuenta obras viajó del realismo social (Una vella, coneguda olor, 1963) a la abstracción metalingüística (Com dir-ho?, 2013), pasando por el distanciamiento brechtiano (Berenàveu a les fosques, 1972), la amenaza pinteriana (Desig, 1989), el enredo folletinesco (Nissaga de poder, 1996) o la obsesión por la herencia (E.R., 1994, Testament, 1997). Cada etapa, sin embargo, contaminaba a la siguiente y se insinuaba en la anterior, formando un híbrido donde se dibuja el estilo benetiano. Y eso es lo que encontramos en Descripció d’un paisatge (1978), un Benet abigarrado, una mezcla imposible de telenovela y épica brechtiana que explica, para quien quiera entenderla, la transición a la democracia de una imaginaria dictadura mediterránea, hábilmente difuminada con exóticos rasgos arabizantes. Debió de ser difícil en 1978, como lo es hoy, no percibir un viejo y conocido olor local en dicho paisaje, un compromiso elíptico con lo inmediato a través de los melodramáticos giros de guion y los efectos de extrañamiento.

Descripció d’un paisatge empieza y acaba invocando su título: hablándonos de un paisaje visto por los ojos de un ciego que anuncia la inutilidad de todo esfuerzo. La conclusión no puede ser más descorazonadora. Bajo las flamantes formas de la nueva democracia pervive la vieja dictadura. Benet nos cuenta el retorno, tras diez años de exilio, de las beligerantes hijas del antiguo líder de la resistencia. En un incomprensible gesto magnánimo, su enemigo, el Emir, les devuelve el hogar paterno, les permite libertad de movimientos e incluso perdona sus sangrientas venganzas, como quien deja al pasado ahogarse en su propio veneno. La trama está llena de turbulentos giros y empalagosas escenas rosas. De quedarse ahí, sería un prescindible culebrón de sobremesa. Pero Benet da un elegante paso atrás, detiene la acción y la comenta, salta en el tiempo y hace conscientes a sus personajes del anacronismo, cargando la trama de conciencia narrativa y moral. Ahí está la grandeza y la fluidez de Descripció d’un paisatge. No es un folletín de TV3, aunque a ratos lo parezca. Es un melodrama que se observa a sí mismo con gafas brechtianas y que incluso toma, en sus últimos compases, un giro trágico griego. No por la venganza materna, que puede remitir a Medea o, como se ha dicho, a la Hécuba de Eurípides, sino por la indulgencia del Emir, que pone fin al ojo por ojo, dando a la pieza un cínico aire de Orestiada que inaugura un tiempo falsamente nuevo. En cierto modo, Descripció d’un paisatge es eso, una admonición, una descreída Orestiada catalana escrita nada menos que en 1978.

La acción transcurre sobre el discreto graderío diseñado por Laura Clos, una escenografía llamativamente sobria para la responsable de trabajos tan audaces (y aplaudidos) como Els jocs florals de Canprosa, inFAUST o Yerma. Por esas gradas transitan los ocho personajes, en un ágil diseño de movimiento de Marta Gorchs, que vuelve dinámico y habitable un frío espacio diáfano. Sobresale el funcionario de Carles Martínez, narrador del drama, que guía la acción, la congela y la glosa, concentrando toda la sardonia brechtiana. También brilla el Emir de Òscar Rabadan, personaje de una sutilísima doblez, culto e introspectivo, ajeno al maniqueísmo esperable de un autócrata, que Rabadan llena de calidez y aplomo, esbozando la amenaza democrática del carisma. En el registro contrario se halla el atormentado Bassir de Francesc Ferrer, ojo del huracán de la tragedia, magnífico en sus forcejeos con una sobria Màrcia Cisteró y una pasional, aunque a veces estridente, Enka Alonso. Los escarceos de los personajes fluyen en el realista espacio sonoro de Roger Ábalos, entre los planos lumínicos de Guillem Gelabert, describiendo un paisaje que es el lúcido híbrido del estilo benetiano, un sincretismo de su heterogénea producción, un texto vivo e infrarrepresentado que demuestra, por enésima vez, el calado psicológico y político del padre de la dramaturgia catalana contemporánea. Un acierto de Toni Casares en la dirección y en la programación.