El zoo de vidre és un espectacle idoni per engegar investigacions escèniques, obres que mostrin les costures del seu muntatge. Això és el que busquem amb la directora Martina Cabanas: es tracta d’aconseguir aixecar la història amb una estètica d’assaig, deixant que la força interpretativa de quatre actors i actrius ens colpegi amb la duresa i la humanitat del drama que estarem vivint junts.
El zoo de vidre és el retrat d’una família dels Estats Units de 1930, que travessa l'abisme que s’obre entre les esperances de futur i les crues possibilitats reals. En el petit pis dels Wingfield, Amanda malva per assegurar el que per ella seria un futur millor per als seus dos fills adults, Tom i Laura, mentre arrossega la frustració d’haver estat abandonada pel seu marit.
Tom, que actua també com a narrador de la història, és un jove poeta que treballa en un magatzem per sostenir la família, però desitja viure aventures i escapar de la sobreprotecció de la seva sufocant mare. Laura és la germana petita, una noia tímida i tancada en si mateixa i les seves figuretes de vidre, a qui la seva coixesa suposa una gran xacra per relacionar-se amb el món exterior i donar sortida a les seves il·lusions romàntiques. El gran cop de realitat començarà quan Amanda decideixi empènyer-se a buscar un pretendent per a Laura i evitar, així, que els seus dos fills pateixin el que ella ha hagut de viure.
La polifacética Martina Cabanas –directora, dramaturga, escenógrafa y docente- ha superado con buena nota el gran reto que le propuso Oriol Broggi: llevar a escena el clásico de Tennessee Williams ‘El zoo de cristal’, firmando la dirección y traducción. Ayuda su estreno en la sala más singular y con más encanto de la ciudad, una Biblioteca de Catalunya que bajo su pétreo y abovedado espacio nos traslada al pasado, a una de las historias más autobiográficas del dramaturgo estadounidense marcada por las ilusiones rotas. El relato de una madre sureña en la América de la depresión que atrapa a sus dos hijos en una tela de araña, tejida de deseos quiméricos y añoranzas de un pasado mejor. A ella el cuento le salió mal, fue abandonada por su marido y ansía encontrar un príncipe azul para su hija que les aleje de la temida pobreza.
Cabanas propone una mirada intimista y delicada como el simbólico título, con escenas muy emotivas, sustentada en las buenas interpretaciones de todo el elenco. Plantea el montaje como un ensayo, con un convincente Roger Torns ejerciendo de Tom Wingfield, el hijo y narrador –álter ego de Williams- que empieza a deshilvanar sus recuerdos opresivos. Sin más interrupciones, pronto el espectador se olvida de ese envoltorio metateatral, quizás innecesario, para zambullirse de cabeza en la vida de los Wingfield, según el relato de Tom.
Torns transmite verdad y ternura perfilando al joven aspirante a escritor y aficionado al cine que desea abandonar su anodina existencia y su rutinario trabajo en un almacén para ver mundo. Laura Conejero dibuja con intensidad y entusiasmo a Amanda, esa madre castradora, fantasiosa y sobreprotectora, atosigante pero no exenta de humanidad. Todo un ejemplo del amor malsano. Su contundente trabajo encaja muy bien con ese personaje desmedido –obsesionado con el buen porvenir para sus hijos- y zarandeado por su frustración que acentúa la atmósfera opresiva de la que consigue huir su hijo mayor. Este acaba rompiendo la tela de araña pero llevándose para siempre la culpa. Un reflejo autobiográfico del autor: esa misma culpa persiguió a Williams por haber abandonado a su familia, especialmente a su desvalida hermana, que padeció una lobotomía que la dejó incapacitada y acabó recluida en psiquiátricos.
Aquí la hermana es Laura, una joven tímida e introvertida, acomplejada por su cojera, que colecciona animalitos de cristal tan frágiles como ella. La actriz Clara Moraleda la recrea con mucha ternura, delicadeza y sensibilidad, emocionando a la platea cuando le invade el desencanto en el momento crucial del relato. David Anguera convence también como Jim, el compañero de trabajo de Tom y pretendiente soñado por la madre para Laura. Él es la esperanza para asegurar el futuro de la joven y los dos protagonizan una muy hermosa y entrañable escena a la luz de unas velas. La iluminación –siempre muy agradecida en este maravilloso espacio- es otro de los elementos destacables del montaje y también funcionan muy bien las breves intervenciones al piano de Anguera. Una muy recomendable obra para revisitar los sueños rotos de la América de los años 30, extrapolables a nuestros tiempos.