Dues actrius de generacions diferents han d’interpretar un mateix personatge.
Eva contra Eva és una comèdia inspirada en el clàssic All about Eve, de Joseph L. Mankiewicz. Dues actrius, de dues generacions ben diferenciades, han d’interpretar un mateix personatge. En aquesta coincidència topen dues maneres d’entendre la vida i la professió. L’actriu més jove lluita per aconseguir l’oportunitat de donar-se a conèixer. L’actriu més gran s’esforça per no permetre que el pas dels anys la faci desaparèixer dels escenaris. Però això no les converteix necessàriament en enemigues, sinó que tenen mirades complementàries i poden aprendre l’una de l’altra, sense cap necessitat de destruir-se. Se n’adonaran o acabaran devorant-se?
Els cinc personatges d'Eva contra Eva (el director, el crític, la representant i les dues actrius) fan servir el teatre per parlar de la vida i la vida per parlar del teatre. S’entreguen a aquesta professió amb tanta intensitat i devoció que sovint perden la capacitat de riure’s de si mateixos. I és en l’excessiva transcendència que atorguen a les seves vulnerabilitats, que es converteixen en meres vanitats, on rau la comèdia. Shakespeare deia que l’objectiu del teatre és posar un mirall davant dels espectadors per poder-hi reflectir les virtuts i els defectes de cada època. Tant de bo al mirall que ofereix Eva contra Eva puguem veure algunes de les nostres imperfeccions contemporànies amb un somriure a la cara.
Entre los misterios más logrados de Eva contra Eva está la tangible sombra del autor sobre el escenario. Lo habitual entre los dramaturgos es hacerse invisibles entre sus ficciones. Sólo unos pocos -como Pau Miró en este texto que reescribe libremente el magistral guion de Joseph L Mankiewicz- optan por permanecer y jugar a ser el destinatario invisible del conflicto. Desde el primer atisbo de rebelión de la actriz principal, las señales del motín traspasan el escenario y el personaje del autor-director que interpreta Àlex Casanovas. El dardo crítico sobrevuela como un boomerang la platea para golpear a su creador. Gran ejercicio de ironía autoflagelante y metateatral para una obra que dialoga con un monumento cinematográfico a la inteligencia vestida de elegante bilis.
En realidad, toda la obra es un thriller sobre la propia naturaleza de la ficción. Una sofisticada e intencionada confusión dramática. Como ese inicio que parece simplemente rendir homenaje a su referente, con cada uno de los caracteres sólo ligeramente retocados y cumpliendo con el recuerdo de la mítica comedia. El espejo de Bette Davis ante Emma Vilarasau, el de Anne Baxter ante Nausicaa Bonnín, el de Thelma Ritter (con un poco de Celeste Holm) ante Míriam Alamany, el cruce entre Hugh Marlowe y Gary Merrill ante Casanovas y el de George Sanders ante Andreu Benito. Y cuando la nostalgia parece invadir el decorado, Miró invoca a Fritz Lang para añadir una capa de intriga psicológica. Una inesperada dimensión onírica. ¿Dónde estamos? A un paso del último giro dramático: la asonada pirandelliana. Es en este enfrentamiento abierto entre el personaje que se niega a ser cómo le han escrito cuando Eva contra Eva adquiere personalidad propia y las interpretaciones se hacen más desnudas, más vivas.
Sílvia Munt entiende perfectamente el laberinto creado por el dramaturgo y mueve a sus intérpretes por los diferentes registros sin temor a dejarse llevar por el cliché (la palabra fetiche del texto) cuando así lo requiere el intrincado juego teatral. Y de nuevo es en la resolución cuando la directora parece sentirse más segura del mensaje que debe trasmitir. Más aún en la maravillosa coda protagonizada por la actriz y el crítico. Ficción tan imposible como maravillosa. Una escena en la que Nina Simone sustituye a Led Zeppelin. Y como en los últimos montajes de Rigola, Vilarasau parece perder el nombre otorgado (Eva) para defender el personaje desde el suyo propio. Igual que Miró y no su alter ego es el destinatario de la rebelión en el escenario.