Si fa un any
Strindberg es multiplicava en teatre i cinema de la mà de Christiane Jatahy,
ara és a través de Les tres germanes de Txékhov que la directora
brasilera aborda els temps que vivim. Teatre i cinema en paral·lel, dues
funcions simultànies, dos llenguatges amb regles pròpies, dues lectures al
servei dels temps llargs del dramaturg rus i dels dubtes de tres germanes que
somnien anar a Moscou. Triem sessió (o vegem l’obra dos dies: la peça teatral i
la pel·lícula) per acompanyar aquestes tres germanes en stand by
permanent, nàufragues de la utopia, exiliades de si mateixes.
¡Qué gozada es entrar en una sala con los ojos medio cerrados y sin saber qué te vas a encontrar y salir con una sonrisa de oreja a oreja, después de haber vivido uno de esos experimentos escénicos que te dejan enormemente satisfecha de dedicarte a esta profesión! La archiconocida historia deLas tres hermanas, Jatahy nos la desnuda, dejando sólo su esencia, mucho más de lo que hizo Carol López en Germanes, porque aquí no hay secundarios, sólo son ellas. Ellas y el público, ellas y las cámaras, no es un making of aquí está sucediendo.
Entramos en la sala, y la magia nos atrapa. Una de las cosas que más agradezco es que no haya cuarta pared. Aquí el público durante casi toda la obra tiene un papel, a veces, y a pesar de que a alguien le pueda incomodar, hace que te vuelques con el experimento. Unos acaban actuando e interactuando con las hermanas como si estuvieran en el salón de su casa, mientras el resto permanece impávido al siguiente movimiento.
Toda una relojería precisa de movimientos, de cámaras, porque al mismo tiempo que la obra, en la sala de al lado, otros espectadores están viendo una especie de película. Salgamos de plano, volvamos al actor, ¡qué naturalidad! Lejos de ser pretenciosa, como algún otro experimento, el montaje es natural y requiere de un público despierto y con ganas de ser partícipe de él, cada uno a su manera, pero todos formando parte de una especie de comunión. (...)