No puedo negar que era el montaje que más ganas tenía que se estrenase antes de marchar a Nueva York, pero los malos augurios se cumplieron, y aunque no quise oírlos, una vez sentada en la butaca del TNC vinieron a buscarme en masa. Durante el verano leí un par de veces la obra original, que por una vez dista bastante de la representada. El menos Sagarra de sus Sagarra, según dicen, un gusto de lectura.
La ansiada vuelta de la Laura Conejero al TNC, cabeza de cartel, un personaje que parece hecho a su medida, pero que la dirección entorpece que salga de la sala queriendo volver a entrar. Jordi Prat i Coll ha decidido eliminar toda la carga cómica del personaje de Emilia (Muntsa Alcañiz), su magnífica intervención en el primer acto, donde la socarronería se alterna con las formas y el saber estar ha desaparecido, sólo se atisba en la intervención final. Las buenas maneras y la pulcritud ha ganado peso y lo que hubiera sido una conversación natural se convierte en una impostura difícil de sostener.
Precisamente es la falta de naturalidad la que mejor describe todo el montaje, desde la primera interpretación del jovencísimo Albert Baró que parece salido de la escuela madrileña de finales de los sesenta, un excesivo Pep Munné, que el montaje ha recuperado para el teatro catalán y que no baja del histrionismo en ningún momento. Quizás rescatar la escena entre madre e hija, Sílvia i Diana, Laura Conejero y Anna Alarcón, que ocupa buena parte del segundo acto, pero incluso allá, se echa de menos la media sonrisa con la que leía las réplicas este verano.
La limpieza ha hecho demasiado daño y el ritmo se resiente. Ni las proyecciones de Alfonso Ferro que sirven para contextualizar la obra, ni el homenaje a Mondrain donde se representan consiguen remontar la obra. Brillante, magnífico y mucho me temo que
La Fortuna de Sílvia será recordada por su vestuario, Míriam Compte, ha hecho que esperemos con deleite cada cambio de vestuario de las actrices. Bibiana Puigdefàbregas firma una escenografía que deja ciego al público, dependiendo de donde hayas escogido sentarte podrás ver más o menos la función, yo estuve más de media hora observando la espalda de sus protagonistas. Por desgracia la pasarela central no es nada afortunada.
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