Què passaria si, un dia, de cop, comencéssim a dur a terme tot el que ens passa pel cap? Quins són els límits del que està ben fet i el que està mal fet? La Núria, la Lila i la Fabi es disposen a passar un cap de setmana juntes, fora de la ciutat. La Lila surt d’una separació traumàtica i les amigues la volen ajudar però la cosa es complica i les tres dones es veuen arrossegades per un corrent d’emocions a flor de pell que les convertirà, sense elles voler-ho, en unes autèntiques irresponsables. Un seguit de circumstàncies converteixen un cap de setmana normal en una obra de teatre hilarant escrita per l’argentí Javier Daulte i dirigida per Sílvia Munt. Una comèdia d’embolics on la situació escala minut a minut.
Entre bacanales, saturnales y lupercales, los romanos fijaban en su calendario celebraciones para suspender temporalmente ley y orden. Días de descontrol para volver desahogados al redil de lo correcto. Es lo que reproduce Javier Daulte en Les irresponsables, su última comedia. Tres mujeres con personalidades diversas, y lazos familiares y de amistad, aprovechan unas intensas horas de crisis -alimentada oportunamente con alcohol y fármacos- para avivar un incendio de decisiones erróneas que se sofocará a tiempo con el desenlace complaciente que pide el teatro comercial. Amanecerá con pocas heridas. Excepto para el personaje sin rostro. El hombre que es la causa del mal de amor y asume ser la piñata figurada, o no tanto, de la obra.
Un Daulte reconocible en la presencia de la amenaza externa (casa prestada y aislada, vecinos ausentes pero vigilantes, un perro invasor) que aporta un factor de suspense a una historia que sin ese elemento perturbador podría compararse con alguna pieza de Carol López. Un misterio siempre al servicio de la comedia. Tensionar al público sin que el desvarío se imponga al entretenimiento. En el centro unos personajes con la definición justa para alimentar las triangulizaciones entre las actrices. Una vez cometidas las travesuras de la “irresponsabilidad” y atajadas casi todas sus consecuencias catastróficas las abandonamos a su suerte sin muchas epifanías. Una curiosidad: autor o directora desvelan -no se sabe quién ha tomado la decisión- parte de las profundidades psíquicas de los personajes zapeando en una pantalla de televisión. Cuatro clips que clavan -no sin ironía- sus estados de ánimo, desde el desconsuelo de Jacques Brel cantando Ne me quittes pas a la euforia final de Otra ronda.
Pero más allá de cuestionar la magnitud iconoclasta que promete el título, la función que dirige Sílvia Munt cumple con creces con los modos que pide una buena comedia con acento amargo. Ritmo ágil, réplicas colocadas con la precisión de una partida de ajedrez, equilibrio entre intriga, drama y comedia. Y dirigir con tino la extrema imprevisibilidad de un personaje central que ha saltado del borde del ataque de nervios. Estupenda Marta Marco lidiando con un carácter al límite desde la primera frase y manteniendo la tensión del desenfreno psicótico durante toda la función. A su lado Cristina Genebat y Nora Novas, también excelentes ejerciendo de muletas inestables. A veces apuntalando el sentido común y otras apuntándose al delirio en una divertida competición hacia el desastre con freno.