Aquests dies de confinament no hi ha teatre. Amb l'objectiu de reconfortar i acompanyar aquests dies de soledat i estranyes, moltes companyies que han penjat vídeos dels seus muntatges. Recomana, sensible a la iniciativa desinteressada dels artistes, els ordena a través del web.
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"Plorar d’emoció escoltant-la no ens hauria d’avergonyir". Això va dir Richard Wagner de l’òpera més cèlebre de Vincenzo Bellini. La considerava l’exemple perfecte de tragèdia musical. Merescudament, Norma està al cim del romanticisme italià. I aquesta producció emfatitza els aspectes rituals del drama, amb un director emergent de l’escena nordamericana, Kevin Newbury. Durant el poder romà a la Gàl·lia, la gran sacerdotessa Norma viola el seu vot de castedat amb un procònsul romà, Pollione, amb qui té dos fills en secret, però acaba sentint el despit amorós perquè hi ha una altra dona. És una heroïna clàssica, apassionada i venjativa. D’aquí parteix el més exitós de Bellini, l’últim i millor compositor de bel canto. Aquesta òpera va fracassar durant l’estrena, però després s'ha convertit en un èxit fonamental del repertori. Norma es va estrenar al Liceu l’any 1847, recent inaugurat el Teatre, i va ser la tercera òpera en representar-s'hi.
Tragèdia lírica en dos actes. Llibret de Felice Romani basat en l’obra d’Alexandre Soumet. Música de Vincenzo Bellini. Estrenada el 26 de desembre de 1831 al Teatro alla Scala de Milà. Estrenada al Gran Teatre del Liceu el 16 d’octubre de 1847. Darrera representació al Liceu, el 30 de juliol de 2007.
Si usted tuvo la fortuna de tener entradas para ver la Norma que se presenta ahora en el Gran Teatro del Liceo y es la primera vez que ve esta ópera, por favor no piense que es fácil o común ver ni oír una interpretación de esta calidad. Si usted es uno de los muchos adoradores de esta obra, créame que difícilmente la escuchará mejor interpretada en directo. Y por último, si usted es de los que piensa que el bel canto es obsoleto y que la ópera está en decadencia, no se pierda por ningún motivo esta versión, cambiará para siempre de idea.
Lo que vimos anoche es el resultado de muchos años de trabajo, de mucha paciencia y de un enorme talento innato, que no sería nada sin esa impecable técnica vocal. Sondra Radvanovsky ayer fue una diva que se convirtió en Norma para el privilegio de quienes la escuchamos. Con una voz enorme, que en todos los concertantes traspasó a la orquesta, al coro ya los demás solistas sin problemas, la Radvanosky nos dio una función estremecedora y entrañable, que nos hizo viajar por todas las emociones de ese personaje complejísimo que es Norma.
Norma, la ópera más famosa de Vincenzo Bellini (1801-1835), es también uno de los mayores retos que puede enfrentar una soprano. Incertada en el romanticismo pleno, esta obra que fue considerada inmoral en su estreno, tiene todas las dificultades de interpretación posibles: una difícil partitura, una protagonista compleja y con enormes conflictos internos, además de que, al considerarse como una de las joyas del bel canto italiano, ha sido interpretada por las más grandes sopranos de todos los tiempos y forma parte del repertorio consentido de la mayor parte de los amantes de la ópera. Requiere de una voz flexibe y de una enorme extensión, de un cuidado especial en el estilo y de una profundidad dramática importante. Todo esto y mucho más, hace de esta obra una de las más difíciles del repertorio, pero todo esto y mucho más, fue lo que nos dio Sondra Radavanovsky anoche.
El elenco fue muy bueno. El Pollione interpretado por Gregory Kunde resolvió todas las dificultades de su personaje, que no son pocas. Con un hermoso timbre y mucha facilidad para los agudos, la voz de este tenor era idónea para este papel, aunque su físico no fuera del todo el adecuado. La Adalgisa de Ekaterina Gubanova, se caracterizó por una voz redonda y aterciopelada, con un enorme respeto al estilo belcantista. Oroveso por su parte aunque cumplió vocalmente, necesitaba mucho más trabajo tanto escénico como de concepción del personaje.
Lo que realmente es una tristeza es que la puesta en escena no estuviera a la altura de la interpretación de la Radvanosvky. La escenografía era poco versátil, no permitía la creación de espacios íntimos y, al no cambiar en toda la obra de manera sustancial, casaba mucho al espectador. La iluminación no tenía la calidad a la que estamos acostumbrados en este teatro y creo que, en general, se cayó en una superficialidad que la dejó muy por debajo de la interpretación musical, la cual estuvo dirigida por Renato Palumbo con una enorme certeza. Hubiera sido mucho mejor tomar referentes más profundos que Juego de tronos para una puesta en escena interpretada por una soprano de la calidad de Sondra Radvanosky.
Ya la habíamos disfrutado en Aída y Tosca, y lo realmente increíble es que, a pesar de lo mucho que nos había sorprendido entonces, no dejó de maravillarnos su calidad artística y vocal. El público agradeció mucho el trabajo de esta soprano. La ovación final fue tal que a la artista se le salieron las lágrimas. A penas justo: ella nos había hecho llorar toda la noche.
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