Primer va ser el llibre del 1988, Premio Nacional de Narrativa de las Letras Españolas i traduït a una vintena de llengües. Després, el 2006, la pel·lícula dirigida per Montxo Armendáriz. I, finalment, el teatre. Les històries mítiques de 'les persones i les coses' d'Obaba.
Premi de la Crítica 2017 a disseny de video (Sarah Derendinger)
Obabakoak, los habitantes de Obaba, protagonizan los más de veinte cuentos que conforman la homónima novela de Bernardo Atxaga. Relatos simbólicos, fantásticos e impregnados de un universo entre rural, místico y antiguo. Los espacios naturales, la presencia animal y el paso por fenómenos que carecen de una lógica demostrable son los rasgos característicos de unas historias de sabor frío y amargo. O así se ven al menos en la versión teatral dirigida por Calixto Bieito.
Con una puesta en escena que huye de todo realismo, aparece una combinación impactante de luces, sonidos, imágenes, vídeos y parlamentos más narrativos que interpretados. 11 actores y sus estudiados movimientos se envuelven en un espacio más mental que físico, con momentos de gran potencia audiovisual pero historias a las que cuesta engancharse.
Y es que se esbozan en el montaje muchas tramas que no dejan empatizar ni comprender a los personajes. Estos quedan en muchos casos eclipsados por una poética muy abstracta. Con un elenco irregular, las interpretaciones son en general llevadas al límite con un exceso de gritos y dramatismo. El interés aumenta en momentos puntuales, como en la mujer –Miren Gaztañaga- que imagina desde su ventana la llegada del tren, en el personaje -Lander Otaola- víctima de múltiples personalidades o en la última historia, la del niño escritor – Joseba Apaolaza- a quien un lagarto le destroza el tímpano.
Pese a la clara búsqueda de la espectacularidad, la escenografía es muy sencilla. Absorben las 11 bicicletas que montan los actores acompañadas por unos focos a contraluz. Seduce el sonido del pedaleo que parece emular la lluvia. Inquieta el uso o no que hacen los actores de los diferentes micrófonos colgantes. No obstante, al final la obra se dilata demasiado y no aporta un mensaje claro. Se queda pues en la sensación, la emoción del que se deja llevar por los recursos rompedores.