The second woman

informació obra



Creació:
Anna Breckon, Nat Randall
Sinopsi:

Una actriu i una escena única, però repetida cent vegades amb cent partenaires diferents durant les 24 hores d’un dia. Ho voleu veure en escena o de ben a prop, a la pantalla?

L’experiència que viureu en aquest espectacle no és només teatral, sinó també cinematogràfica i, més enllà de l’anècdota i la repetició, ens posa davant dels ulls els mecanismes de poder de gènere i els privilegis masculins. Sobre l’escenari, una actriu, María Hervás, que, durant una jornada completa rep, un rere l’altre, un centenar de companys d’escena, des d’actors professionals fins a molts altres que no ho són, amb els quals representa el mateix ritual: la conversa entre una parella la relació de la qual ha perdut tota la creativitat i el romanticisme, que pren com a punt de partida l’escena d’un film dels anys setanta. O potser no serà sempre exactament la mateixa escena, perquè els diàlegs estan escrits per fomentar la variació i fer possibles formes diverses de moviment. El que passi (dur, però no violent, i amb contingut verbal sexual inclòs) ho veureu en format complet a l’escenari. Però si voleu veure el detall del gest que delata una emoció, haureu de girar la vista cap a la pantalla situada al costat de l’escena. Tots dos llenguatges, doncs, es complementen en una funció pensada perquè el públic pugui entrar i sortir de la sala quan ho consideri convenient. Qui es quedi una bona estona a la butaca, però, potser comprovarà que, més enllà de les diferències, potser tots els participants que s’identifiquen amb el paper masculí reprodueixen un mateix comportament, comparteixen un mateix estat emocional o reaccionen de maneres similars quan se senten amenaçats.

Tot ha estat idea d’Anna Breckon, una artista independent, cineasta, estudiosa del cinema i crítica, que és doctora en Teoria del Cinema Queer i Feminista per la Universitat de Sydney, i de Nat Randall, una artista que treballa en la intersecció de la performance, el vídeo i el cinema. Vist el 2023 passat al Young Vic londinenc amb l’actriu Ruth Wilson, l’espectacle va causar sensació.

Crítica: The second woman

12/07/2024

Cuatro horas con María

per Juan Carlos Olivares

El pasillo de acceso a la Fabià Puigserver iluminado con esa luz rosada que el cliché conecta con la erótica. Primera idea asociada: el polémico swinger club que se instaló en el pabellón de la secesión en Viena en 2010. Las puertas cortafuegos cerradas y vigiladas. Hay que esperar. Acceso abierto. Paso ligero para entrar en la sala y ocupar un asiento lo más cercano al cubículo teñido de rojo, muebles mid-century y un neón rosado con el título de la performance: The Second Woman. La obra teatral que protagoniza Gena Rowlands en Opening Night. El ambiente es relajado, de complicidad por acumulación. María Hervás recoge sola con concentrada parsimonia las huellas (dos vasos usados, dos cartones de comida china, fideos perdidos en el suelo y la mesa) que dejó la anterior escena. Son las doce de la noche y ya lleva seis horas repitiendo el mismo juego de relaciones de género y masculinidades creado por las australianas Nat Randall y Anna Reckon.

Hervás vestida de rojo sangre. Corte recatado, tela sensual. Peluca rubio platino. Zapatos negros de cómodos tacones. Termina la ceremonia de la tabula rasa y toma asiento para unos instantes de hierático recogimiento. Segunda idea asociada: Natasha Kinski encerrada en la habitación del peep-show de carretera de París-Texas, esperando al siguiente cliente. Una diferencia: aquí no hay una separación de seguridad. Cada gesto del interludio es acompañado por la composición a piano de Nina Buchanan. Dos steadicam que aguardan sentados en la oscuridad toman posiciones. Tercera idea asociada: en pantalla (instalada justo al lado del cubículo) esa figura quieta, expectante, tiene la fuerza de una figura hermética de Aki Kaurismäki. La actriz se levanta y se dirige a una esquina del espacio, de espaldas al público y a la puerta. Se abre y aparece el partenaire de las 00.18. No siempre hombres, no siempre adscritos a un género binario, esforzados por confirmar sus masculinidades.

Este es el primero, anónimo y con ganas de caer simpático, de las próximas generosas cuatro horas. La escena -inspirada en la final de la mítica película de Cassavetes- gira en torno a la ruptura de una relación, con una estructura clásica de planteamiento, nudo y desenlace. Ella sujeta férreamente al escueto guion; los partenaires con margen a la delatora improvisación. Risas entre la audiencia, aunque la escena no sea especialmente memorable. La reacción a horas vividas y compartidas de repeticiones y variaciones. La risa de la memoria y la camaradería. Asumes que eres el invitado que llega tarde a una fiesta en la que todos ya se encuentran en secreta comunión. Al tercer reinicio ya estás integrado y empiezas a entender de qué va este juego.

Todo lo que es corsé de palabras para la actriz, es libertad en todo aquello que los semióticos colocan en la categoría del lenguaje no verbal. Es maravilloso cómo se transforma 24 veces una frase como “¿crees que no he sido lo suficientemente buena?”. Cómo cada nuevo invitado es escaneado y retado por Hervás. Para cada uno hay una inflexión en el tono, un grado de intimidad, de violencia, de empatía, de comunicación sin palabras. Para cada uno hay un baile de diferente al son del mismo tema (Taste of Love de Aura). 24 horas de distintas coreografías que ella siempre conduce hacia un paroxismo fatal. Hay juegos de espejos en los gestos, combate de miradas, contacto físico medido con milimétrica intención y minutos que se regalan o se sustraen. Un espectáculo de la improvisación y del reconocimiento psicológico. Un desfile de masculinidades en el que los narcisistas recalcitrantes tienen siempre el número perdedor. Para ellos el castigo de quedarse sin baile o el portazo sonoro. Las mujeres que participan aportan un automático relajamiento y una sensación de jugar a favor de la performance. Y luego están los encuentros extraños y memorables. Las explosiones de ternura inesperada. O que se abra la puerta y aparezca una figura menuda y tímida con el rostro y la melena de Jesucristo Superstar. Antes que se agoten los diez minutos de la escena, Hervás ha identificado el potencial de la situación y transforma el encuentro en un extasiado momento de entrega mística. Ella en el papel de María Magdalena. Ahí se entiende el poder hipnótico de un artefacto escénico que renace de la nada cada diez minutos. Siempre lo mismo, siempre diferente. Veinticuatro horas entre los extremos de la nouvelle vague y la comedia slapstick, entre Marina Abramovic y Nora Ephron.