El director d’una companyia que és tot un mite de l’escena recrea una obra que va canviar la manera de fer teatre. En aquest muntatge el caos, l’ambició i la crueltat tenen com a marc un sopar elegant en una sofisticada llar francesa.
El 1896, Alfred Jarry va causar un gran impacte amb el retrat salvatge d’un tirà cruel i covard amb una ambició sense límits. Era difícil recuperar ni que fos part d’aquella sensació, però el director de la companyia britànica Cheek by Jowl ho fa, amb la complicitat d’un repartiment francès, en situar l’acció d’Ubu Roi en un entorn domèstic: un sofisticat sopar burgès. La imaginació del fill de la família, un adolescent conflictiu càmera en mà, convertirà els seus progenitors en el Pare i la Mare Ubú, i els convidats, en les víctimes de l’afany de poder del tirà protagonista. Sí, l’obra transcorre en un menjador burgès amb mobles de color crema, però un rotllo de paper de cuina, un molinet de pebre o una galleda de gel fàcilment es poden convertir a les mans de Donnellan en símbols del poder que ens recorden que som al regne d’Ubú.
Premi de la Crítica 2014 a l'espectacle internacional
Si me preguntaran qué pasó durante la primera hora de función, no estaría demasiado segura que responderles. Lo que sí puedo asegurar es que me mantuve impávida en mi asiento intentando buscarle uno o mil significados a lo que estaba presenciando. No sé si fui la única que no entendía nada en ese punto. Pero de pronto BOOM, algo estalló, algo como si hubiera permanecido ciega durante una hora y ahora algo o alguien me permitiera ver lo que estaba realmente pasando.
Lo que se nos presenta como un simple cena de una familia burguesa, esconde todo un juego de tiranía, conspiración y asesinatos del reino Ubú con unos instrumentos de aplicar justicia poco comunes pero con un cierto paralelismo a algunos reales. El poder, la codicia, la nula falta de respeto por el valor de la vida humana, quiénes son los enemigos, quiénes son los inocentes y quiénes los que los juzgan.
Como meros voyagers, el público asiste impasible a lo que se nos da para "comer", hasta que en un momento la cuarta pared se rompe, y nos convertimos en jueces de lo que está sucediendo, maravilloso momento, a partir del cual todo se ralentiza y juzgar no es un simple juego de niños. La utilización del audiovisual es sorprendente, como lejos de perdernos el backstage somos partícipes de todo cuanto ocurre. A veces, incluso, no querríamos llegar a visualizarlo y nos bastaría con usar la imaginación.
Ubu Roi es cruel y no se esconde, imágenes y sonidos se nos muestran de una manera excesivamente real. Aquí no hay medias tintas, está pasando, lo estás viendo. Por mucho que cierres los ojos, la imaginación es igual de poderosa. (...)