On és el president? Quatre dones l'esperen: una corresponsal de guerra que li ha de fer una fotografia, una intèrpret, la dona del mandatari i la seva millor amiga.
L'absent és un tirà, l'ambient enrarit presagia el ràpid esclat de la revolució i no se sap durant quant de temps continuarà al poder. Ell fa tard i elles l'esperen en un saló opulent, vestides amb roba de marca i amb un vodka a la mà...
Totes tenen secrets i totes corren perill en un món en transformació (una al·lusió a un món actual en plena descomposició política) en el qual ja estan començant a sonar els primers trets que anuncien la revolta.
Atrapades mentre esperen un desenllaç que potser serà fatal, aquestes dones fan front a la situació de maneres diverses: amb amabilitat extrema, lliurant-se a uns records romàntics que els permeten escapar mentalment, o aprofitant la situació per enriquir-se i posar de manifest, així, la naturalesa depredadora del supervivent.
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La estructura dramática de añadidos y llena de flashbacks no ayuda a que el texto tenga una fluidez y el ritmo adecuados para que no caiga en la monotonía. Ya no es culpa de las continuar repeticiones de diálogo más los añadidos que en cada paso nos pueden animar a mantener la atención, sino que estamos a la espera de que pase algo, que de alguna manera resuelva la situación de estatismo dramático a la que nos somete la escena. Alguien podría compararlo con un teatro próximo a Chéjov, pero creo que incluso se podría afirmar sin equivocación que en Chéjov encontraríamos más acción.
Esta temporada hemos visto dos grandes interpretaciones de Míriam Iscla, Només són dones i Dona no reeducable, pero en esta ocasión no la veremos brillar, muy al contrario, está excesivamente sobreactuada y con una clara falta de naturalidad, se puede ser pija pero natural. Ella es la mujer del dictador, una mujer que ha dedicado la vida a acompañar a su marido y que cierra los ojos ante los acontecimientos que suceden de puertas para fuera. Mientras en su pequeño gran refugio todo se mantenga intacto, ella mantendrá las formas.
Acompañan a Míriam Iscla, una efectiva Lluïsa Castell, no será uno de sus grandes papeles pero, al menos, en algún momento consigue que empatices con su personaje. Pocas pistas llegamos a tener de él pero al llegarnos de otra manera, se nos hace más cercano. Laura Aubert, la traductora de la periodista, tira de recursos cómicos, a veces demasiado remarcados por la dirección, que convierten a su personaje en un monito de feria, pero que lejos de la cercanía su personaje maneja una frialdad que no nos deja entrever si es más víctima o verdugo de la situación. Por último, Gabriela Flores dibuja la que quizás sea la mejor interpretación de la noche, una periodista que ha venido a fotografiar al dictador y que espera su "inminente" llegada. Ella desencadena toda la reunión, y es el punto de "suspense" de la obra. Quizás la más cercana al espectador ya que durante caso toda la obra parece que se mira la acción desde fuera, está en un plano más cercano al público que al resto de los personajes.
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