Jo sóc la fúria

Teatre | Nous formats

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Sinopsi:

Una jove psiquiatra visita el seu primer pacient, diagnosticat de trastorn d’identitat dissociatiu. Porta temps internat sense que ningú hagi pogut trencar les muralles del seu deliri. Ell afirma ser un vigilant, un justicier, un cavaller en un món ofegat per la maldat. I, no obstant, ha fet prova d’una violència i salvatgisme que han dut al seu confinament en un sanatori de màxima seguretat.

La jove doctora es capbussarà dins l’esquerdada ment del pacient mentre mira de rescatar-lo de la seva psicosi. Però, és bogeria alçar-se ferm contra les forces del mal? 
És deliri veure el món com un abocador governat per escòria sense escrúpols on els innocents pateixen horrors indescriptibles? 
És criminal dir prou i tornar l’empenta? 
Depredar els depredadors?

La línia que separa l’heroi del monstre mai haurà estat tant fina.


El Teatre Eòlia es consolida com un espai dedicat als nous talents. Les diferents Mostres d’Emergents, repartides durant la temporada, volen ser un aparador del que les noves fornades d’Intèrprets i Creadors volen manifestar al món. Un primer trampolí per a la visibilitat vinculat als treballs de final de carrera dels estudiants d’ESAD Eòlia.

Crítica: Jo sóc la fúria

18/01/2023

Un salvaje justiciero para estos tiempos de maldad

per Imma Fernández

El mal gana cuando los hombres buenos no hacen nada. La sentencia que sirve de espoleta al protagonista de esta muy interesante obra de Marcel Clement resulta hoy, desgraciadamente, de lo más oportuna. Por poner un ejemplo, un día antes de ver la ficción, saltaba esta noticia: sale libre el hombre acusado de quemar y descuartizar a su esposa, Romina Celeste, tras cumplir cuatro años de cárcel sin celebrarse el juicio (según la ley, no puede seguir en la cárcel sin ser juzgado). ¡Aberrante! Solo hay que ponerse en la piel de los seres queridos de Romina para empatizar con el justiciero autodenominado Furia de este montaje producido por la Companyia del Corb que dirige el propio Clement.

¿Sería posible que un héroe, como los de los cómics, hiciera justicia, siguiendo su propio código moral, en esta cada vez más cínica sociedad que acepta el mal y el dolor de los inocentes?  ¿Qué hacer cuando la justicia, el sistema, falla? El autor ha sido valiente y va más allá traspasando todos los límites: el suyo es un héroe sanguinario y salvaje, un perro rabioso que lleva la ley del Talión, el ojo por ojo y diente por diente, literalmente a la acción. Toda acción tiene una reacción, justifica el vengativo y sádico héroe, para quien la Furia es la única respuesta ante la injusticia. El conflicto ético se traslada a la platea y el debate está servido.

Clement se sirve de la enfermedad mental para tomar distancia con su protagonista. Está encerrado en un hospital psiquiátrico y se le diagnostica un trastorno de identidad disociativo –antes llamado trastorno de personalidad múltiple, al estilo del doctor Jekyll y el señor Hyde-. La patológica disociación explica sus actos –cuando es poseído por la Furia desata su rabia y mata con crueldad- y lo humaniza cuando asoma su lado más amable. No ahonda el dramaturgo en los posibles traumas que originaron el trastorno, solo apunta la primera vez que asomó la Furia por el maltrato a una vecina. Utiliza los superhéroes de cómic para construir la identidad justiciera y señala la inclinación por el lado oscuro de los seres humanos. ¿Por qué preferir al vengativo y oscuro Batman antes que al luminoso Superman?

En su primer gran reto interpretativo, el actor Christian Paretas (participó en ‘Bross’ de Romeo Castellucci) firma un estupendo e intenso trabajo, empezando por un desafío físico, desnudo sobre un pedestal contorsionando su cuerpo entre sombras, para luego alternar de forma excelente las identidades del personaje, desde el paciente vulnerable y sensible, al poderoso y angustiante Furia. Le acompaña en escena Anna Mestre, convincente joven psiquiatra que intenta adentrarse en su mente enferma, y que acabará, en un buen giro final, enfrentándose a su propio yo. Con la iluminación como principal recurso –muy efectivo el uso de una linterna-, se logra una atmósfera tensa e inquietante que, junto a la cercanía de las intensas interpretaciones, sacude a la platea.

Un potente montaje que apela a esos superhéroes justicieros que todos quisiéramos ser en algún momento. ¿Quién, frente a una indignante injusticia, no ha pensado en transgredir las normas? Muy recomendable y actual.