El director Robert Wilson i el llegendari ballarí Mikhail Baryshnikov s’uneixen per crear una proposta basada en els cèlebres diaris de Vàtslav Nijinski, publicats l’any 1936, dels quals Henry Miller va dir: «S’expressa de manera tan despullada, tan desesperada, que trenca motlles. Si no hagués acabat al manicomi, seria tan bon escriptor com ballarí».
Letter to a man és un espectacle interpretat per Mikhail Baryshnikov, que s’endinsa en la ment fragmentada del gran artista de la dansa mentre aquest embogia perdent el contacte amb la realitat. Com en totes les obres de Wilson, moviment, text, llum, escenografia i música intervenen a parts iguals en una oportunitat única i irrepetible de poder gaudir d’aquests genis a l’escenari.
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La historia de Vaslav Nijinski queda excesivamente diluida en el texto de Christian Dumais Lvowski, más bien se convierte en una serie de repeticiones en tres idiomas, ruso, inglés y francés, que no acaban de llevar/acompañar al espectador a ninguna salida cierta. Si bien como dijo en rueda de prensa Baryshnikov interpretar a un a persona esquizofrénica seria inmoral, dejarlo todo a medias, a nivel textual, es una especie de coitus interruptus.
Pero realmente estábamos allí para ver el genio de Baryshnikov dijera lo que dijera. Y aunque a nivel dramatúrgico el espectáculo no estuviera a la altura de nuestras expectativas, el ingenio, tablas y maestría de Baryshnikov hizo que se pasara por alto el resto de “peros” de la función y despertó los vítores del público de la Sala Gran.
Toda una leyenda sobre las tablas que nos dejó bocabiertos con la cantidad de recursos de los que hizo uso. Letter to a man gasta un teatro visual del que no estamos acostumbrados a ver, toda una clase magistral de expresiones, movimiento corporal que juntamente con el envoltorio hizo que el caramelo se convirtiera en una velada inolvidable.