La filla més jove d’una família íntimament marcada pels estralls de la dictadura, és incapaç de conviure amb els clarobscurs que mortifiquen el seu passat genealògic. Amoïnat per aquesta situació, el promès de la noia construirà una màquina del temps que li permetrà organitzar un sopar nadalenc per retrobar-se amb alguns parents que ja són morts des de fa temps.
El dramaturg Gabriel Calderón (Montevideo, 1982) dirigeix aquesta explosiva comèdia en què realitat i ciència-ficció es confonen per indagar en el boirós territori de les impunitats i responsabilitats no resoltes que encara bateguen sota la vida democràtica actual.
Jordi Banacolocha, finalista a actor de repartiment dels Premis de la Crítica 2018
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La relojería de la dramaturgia de Calderón debe ser suiza porque el ritmo es vertiginoso y lejos de que se aleje del espectador, consigue que éste se sumerja en la historia desde el primer instante y sea incapaz de despegar los ojos del escenario. El teatro latinoamericano tiene por seña de identidad el gusto por la naturalidad. Aquí, a pesar del surrealismo, se conserva ese toque de hacer de lo irreal un hecho cercano con el que el espectador puede empatizar en muchos momentos.
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El escenario se ha convertido en una especie de pantalla cinematográfica, irreal porque sabes que los personajes son de carne y hueso pero el hecho de subrayar la ficción de esta manera me parece brillante. Dentro de la falsa pantalla encontramos un salón convencional, con muebles de otra época que ahora no llegarían a considerarse vintage sino más bien old-fashioned, pero realmente eso es lo menos.
A nivel de interpretación una de las cosas más sorprendentes es la manera de decir el texto. Acostumbrados a un mastique más ligero de palabras aquí la velocidad es tal que se traslada a toda la pieza. No es que no importen las palabras, aunque al final sea más cierto que las intenciones y los tonos manden más que su significado.
Jordi Banacolocha borda un papel que lleva escrito su nombre, en una de sus mejores interpretaciones. Por su parte, Francesc Ferrer maravilla con su discurso con un punto de derroche cómico desternillante sobre la imperante necesidad de decir "t'estimo". Mantener el misterio que envuelve a la obra es labor de Josep,Sergi Torrecilla, el personaje que sirve de "voz en off" del montaje pero el más sorprendente de todos.
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Que rebentin els actors es una obra donde la lucidez de la dramaturgia contrasta con el surrealismo de la trama. Una obra que lleva al extremo aquello tan catalán de "amagar la merda sota la catifa". Aquello tan universal de "el pasado siempre vuelve para rendirte cuentas". Aquello de que "la vida es mejor vivirla". Quédate cerca, Gabriel Calderón, no te amaguis más!