La història d'un salafista belga que deixa el seu país per participar en la creació d'un califat islàmic és el punt de partida del retrat escènic que Milo Rau fa de l'Europa actual. Creador d'un teatre que s'ha especialitzat en l'anàlisi de la realitat des de dalt dels escenaris, el director utilitza les vivències de quatre actors als quals convida a fer servir les seves pròpies biografies d'una manera molt particular.
A partir del que expliquen, podrem seguir i comprendre els canvis que s'han produït durant els últims decennis al continent. Les seves històries personals aniran constituint un fresc que ens parla de la nostra societat i d'una vella Europa que potser està arribant als seus últims moments sense que ningú no pugui dir encara què és el que vindrà després.
Finalista en la categoria d'espectacle internacional. Premis de la Crítica 2015
Quizás uno de los espectáculos que más curiosidad despertaba fuera The Civil Wars. Hace dos años, Milo Rau nos dejó impactados con Hate Radio, pero esta vez la curiosidad mató al gato. La búsqueda por elaborar una trama con la actualidad europea, basada en que le lleva a un joven a alistarse a los grupos terroristas islámicos como la jihad, la culpabilidad de la educación, de la familia (y más concretamente de los padres o la ausencia de estos).
Nos recibe un enorme púlpito por aquello de las religiones diversas en una Europa todavía más. Lo sagrado y los temas tabú de aquellos que más vale no hablar, pero que saldrán de las intervenciones de los protagonistas. Todo un set preparado para grabar. De acuerdo, es teatro documental, o quizás ¿deberíamos tachar teatro para dejarlo en documental?
Estamos en una sala excesivamente grande para que desde más allá de la sexta fila el espectáculo deje de tener sentido. Porque para los que estábamos sentados más lejos la función se nos hizo insoportable. Fue como asistir al rodaje de una película, pero desde un kilómetro de distancia. Incapaces de distinguir alguna cosa más allá de lo que la pantalla nos mostraba, nos perdimos el proceso (no estoy segura de si había algo que perderse tampoco, pero bueno en cualquier caso no lo vimos). Teatro más bien poco, reducido a los cambios de lugar de los personajes. Los sobretítulos colocados justo debajo de la pantalla, con letras en blanco, combinaban muy bien con el blanco y negro de las imágenes, eso sí, flaco favor para los que nos hubiera gustado combinar letra e imágenes. Imposible sin dejarse los ojos en el intento. (...)