Pluja es el espectáculo de noviembre. Y me explico después de entrevistar a sus creadores y protagonistas antes de Fira Mediterrania, las ganas de ver la bomba que tenían entre manos ha ido in crescendo. Al fin, y una vez más gracias a Recomana, he tenido la oportunidad de que la bomba me explote y ha ido directa al corazón.
Cuarenta minutos, de tener los ojos como platos. Cuarenta de minutos de retorno a la infancia, aquella época donde todo lo que vislumbraban nuestros ojos era nuevo y nos parecía maravilloso. Una historia llena de miedos, los miedos a hacerse mayor, y de como los mayores muchas veces también nos sentimos pequeños.
Al igual que los ojos para no perderse nada de lo que está pasando en el minúscula escenario, la piel de cada espectador es parte importante para que la magia que se desprende del espectáculo consigna su efecto. Emociones a flor de piel, incluso para los más duros de tocar. Sentimientos compartidos en una platea donde los setenta afortunados espectadores no pueden contener, en algunos casos, las lágrimas delante del preciosista montaje.
Guillem Albà se atreve a seguir la estela familiar y hacer interpretar sus manos con títeres en una de las escenas con más fuerza escénica de todo el montaje. La timidez de Clara Peya queda difuminada en los momentos donde hace uso del sentido del humor, dejando de lado su inseparable piano (que una vez más nos regala melodías maravillosas), se "sale del guión" y supera con nota a sus miedos.
Si el teatro es un acto de comunión colectivo, Pluja es un ejemplo de como convertir esta máxima en un espectáculo casi "privado" pero donde los espectadores más que nunca comparten, por un breve período de tiempo, algo más que cuatro paredes. Una respiración común, un sentimiento común, una experiencia, que después de casi una semana sigue latiendo dentro del cuerpo. Después del parón navideño, la magia de Pluja continuará viajando por Catalunya. No te la pierdas. Hay cosas que es mejor vivirlas, porque cuando te las cuentan pierden su esencia.