Un dels grans referents de la dansa contemporània posa a treballar plegats una actriu i cinc ballarins en una proposta que pren com a protagonista el personatge real d’una dona esquizofrènica que viu en un abocador.
Alain Platel investiga, des del 2006, el que anomena “dansa bastarda”, que es produeix, segons explica, quan els ballarins exploren aquelles àrees de la ment que no s’han vist afectades per la civilització. Aquest cop ho fa partint de dues fonts d’inspiració: una, el projecte Tauber Bach de l’artista polonès Artur Zmijewski, que va proposar a un grup de sords cantar música de Bach tal com la percebien. I l’altra, el documental Estamira, de Marcos Prado, que se centra en una dona esquizofrènica que sobreviu en un abocador de Rio de Janeiro. El personatge interpretat per Elsie de Brauw, una actriu extraordinària que és un dels grans noms de l’escena neerlandesa, està inspirat en aquesta dona singular, Estamira, que malgrat la malaltia mental que pateix té una personalitat carismàtica, planteja conceptes filosòfics de gran interès i ha estat capaç de crear un llenguatge propi per tal de comunicar-se amb el seu entorn. L’acompanyen, en un paisatge escenogràfic format per piles de roba, cinc ballarins que donen vida a criatures primitives que es mouen gairebé per instint, habitants d’un món apocalíptic en el qual moviments espasmòdics realitzats a l’uníson o una melodia de Bach o Mozart cantada en escena pels artistes constitueixen els únics vestigis d’una civilització perduda fa molt de temps.
La noche prometía, la luna llena brillaba sobre el Teatre Lliure, y numeroso público con devoción acudía a la actuación de una de sus compañías favoritas, Les Ballets C de la B, todo presagiaba una noche inolvidable. Alain Platel, fundador de este grupo de danza teatro, presentaba Tauberbach (Bach sordo), una obra estrenada en Munich el 16 de enero de 2014, y que inspira una mujer esquizofrénica que vive en un vertedero. Sin embargo la noche se torció y la decepción inundó el patio de butacas de la Sala Fabià Puigserver del Lliure. Tauberbach pecó de plana y snob. Si bien al final del montaje un sector de público le dedico cortos pero intensos aplausos. Por el momento los mejores montajes que se han visto en Barcelona bailados por Les Ballets C de la B son los firmados por Sidi Larbi Cherkaoui, uno de los coreógrafos surgidos de este colectivo belga.
A los espectadores que no les gustó Tauberbach pueden buscar en internet Estamira de Marco Prado, el documental que ha servido de inspiración a Platel para este montaje y que cuenta la historia de una mujer que sufre de esquizofrenia y que vive y trabaja en un depósito de residuos sólidos en Brasil. Ella ha desarrollado su forma particular de comunicación con la pequeña comunidad que vive, dando lugar a la temática de la pieza: cómo vivir o incluso sobrevivir con dignidad en circunstancias casi imposibles. Tras la breve proyección se sentirán heridos por partida doble por la crudeza de la historia y por la banalidad como Platel ha recreado la historia de esta superviviente.
Puede ser que el creador belga haya querido huir del drama que muestra Prado, pero no ha sabido darle firmeza al contenido de su obra, la provocación es efectista, arranca la sonrisa del espectador con gangs utilizados en numerosos montajes y su danza bastarda en que los bailarines se contorsionan y se retuercen a través de un baile atrapado en una red de miedos y obsesiones mentales, aquí se muestra endeble, una pena porque los bailarines son magníficos.
La puesta en escena de Tauberbach resultó espectacular visualmente. El escenario de Teatro Lliure se llenó de montañas de ropa multicolor, mientras se oía el sonido insistente del revolotear de unas moscas mezclado con música de Bach. Cinco bailarines más la actriz, Elsie de Brauw, que interpreta a la mujer esquizofrénica, se revolcarán, se esconderán o jugarán por entre estas montañas de ropa. Las barras de luces del teatro se convertirán en un elemento escénico por donde los intérpretes treparán y se colgarán. El fragmento en que los bailarines desnudos aparecen colgados de las barras resulta bello escénicamente pero poco original. Elsie de Brauw es una actriz con registros, que logra convencer al público de qué es feliz viviendo en un vertedero. Su diálogo con la voz de su mente es locuaz. Por su parte los bailarines se mueven con independencia unos de otros. Es evidente que el baile de Tauberbach nace de la improvisación de cada uno de ellos, por eso también firman la autoría de la obra. Individualmente han creado su propio vocabulario gestual acorde con sus mejores condiciones como intérpretes. Una dirección les ayudaría a conseguir más de sí mismos y el trabajo coral tendría más fuerza. Lástima que baile de todos ellos sea breve y la mayor parte de los noventa minutos que dura Tauberbach lo pasen correteando por las montañas de ropa.
Otra de las fuentes de inspiración de Platel para esta obra ha sido una grabación de Artur Zmijewski, “Tauber Bach “(música de Bach interpretada por personas sordas), estas corales de Bach y un aria de Mozart son interpretadas brevemente en momentos puntuales por los protagonista de este montaje. Donde la música no tiene el papel relevante que tenía en los dos trabajos que conocemos de este creador flamenco, Pitié! que el público pudo ver en el Mercat de les Flors en 2009 y que tampoco gustó y VSPRS que Les Ballets C de la B bailó en 2004 en el Festival de Peralada obteniendo una gran acogida de público y crítica.
Al final de Tauberbach Platel buscó el efecto fácil concentró la luz sobre algunas escenas de grupo, que entonaron un canto, y el movimiento se volvió más fluido, pero ya era tarde.