La foscor i les tenebres regnen al fons de la cova Vorònia, una cavitat de més de 2.000 metres de profunditat situada a Geòrgia, al Caucas occidental. És, segurament, l’escenari ideal per a una exploració del mal com la que es disposa a emprendre aquesta companyia de dansa, formada l’any 2005 per un conjunt d’artistes procedents dels mons de la dansa, el cinema, la fotografia i la literatura que buscaven nous llenguatges d’expressió. En aquesta peça opten per una contraposició d’imatges constant i per una desconstrucció del moviment que confereix a la coreografia un caràcter abstracte i, de vegades, fins i tot violent. L'espectacle explora conceptes com la moral humana i la religió. I Vorònia constitueix, en aquest context, l'al·legoria d'un infern, a la manera de l'hades clàssic o els cercles de "La Divina Comèdia", que La Veronal representa mitjançant les figures i imatges simbòliques que omplen l'escenari.
Lorena Nogal, premiada als P. de la Crítica 2015, categoria ballarina
Espectacle finalista de dansa. Premis de la Crítica 2015
Manuel Rodríguez, finalista a la categoria de ballarí dels Premis de la Crítica 2015
De la mano de Marcos Morau, La Veronal deslumbró, ayer noche, al público con Vorònia, el espectáculo de danza contemporánea, que inauguró oficialmente el Grec 2015. Una pieza exquisita sobre La Maldad en la que el brillante trabajo coral y la sofisticada puesta en escena, la convierten en una obra hermosa, contenida y elegante. El coreógrafo no se deja desbordar ni por un instante por la pasión que destila un tema tan complejo y universal. Algo que confiere a la pieza una atractiva distinción.
Vorònia, debe su nombre a una cueva del mismo nombre de 2.000 metros de profundidad que está en Giorgia, en el Cáucaso occidental. El montaje tiene una dramaturgia potente que firma Roberto Fratini y Pablo Gisbert, El Conde de Torrefiel, dramaturgia que no convierten el espectáculo en una pieza intelectual y densa como otros trabajo de La Veronal, por ejemplo Siena, sino que su visión sobre La Maldad dispara el baile de los miembros de la compañía e impregna a la coreografía de un enérgico dinamismo interno. No era tarea fácil cuando se cita el infierno de Dante, frases Bíblicas y de San Agustín, aquí las ideas se diluyen en la fuerza del baile. Un baile caudaloso, que se distorsiona en ricas frases coreográficas, en las que el gesto ilustra un sinfín de emociones. Los integrantes de La Veronal realizan una intensa y nítida ejecución. La forma fría con que Morau domina la expresión de las emociones, impregna al espectáculo de una pátina abstracta.
Verònia de sesenta minutos de duración se divide en dos partes bien diferenciada. En la primera Morau convierte el escenario en un canto a la vida. La escenificación de un parto y la presencia de un niño, Gerónim Mach, y de dos perros lobos, ─el coreógrafo salva a niños y animales del Mal─ sitúan al espectador en un paraje blanco y abstracto en el que reina el bien. Un bien que pronto será invadido por un perturbador grupo de mujeres y hombres vestidos de negro con calcetines blanco, muy al estilo Béjart en Actus Tragicus, que simbolizan el mal. A partir de este momento el público no podrá dejar de mirar el escenario, porque todo se vuelve hipnótico, El fértil vocabulario coreográfico de La Veronal se trenza con una impactante música sacra, que junto a la magnífica voz del tenor Toni Comas, forman un dinámico friso, a dos niveles, que corta la respiración del espectador más sensible.
En la segunda parte de Vorònia su autor sitúa al público frente en un banquete, una fiesta surrealista tipo Buñuel, a través de la cual las entrañas del espectador empiezan a inclinarse en la afirmación de que La Maldad puede llegar a ser hermosa. Este pensamiento que provoca el trabajo de La Veronal es la clave del éxito de esta obra. A esta visión del banquete se ha de sumar la presencia de un ascensor que no deja de subir y bajar pecadores al infierno. Algunos desnudos, otros vestidos.