Referent de l'escena teatral argentina més nova, Zorzoli ja havia utilitzat el món del teatre per interrogar-se sobre els codis i les regles que, de manera conscient o inconscient, regeixen la conducta dels éssers humans i marquen les seves relacions. Ho va fer a Estado de ira, que l'any 2010, al Festival de Otoño a Primavera de Madrid, va entusiasmar la crítica i els espectadors, entre els quals els membres de la companyia T de Teatre.
Fascinats per la manera com Zorzoli parlava sobre les relacions humanes, per un sentit de l'humor tan divertit com inquietant i per la manera com il·luminava les zones més fosques de l'ésser humà, van anar a Buenos Aires i van proposar al director fer un espectacle plegats. El resultat és aquest "Premis i càstigs", en el qual l'argentí torna a explorar les qüestions relacionades amb la representació escènica i convida la companyia catalana a submergir-se davant el públic en els mil i un plecs que genera la relació entre un actor i el personatge que interpreta.
(...) Con la Sala Fabià Puigserver con una desnudez poco habitual, nos sumergimos en una sala de ensayo. Vestidos de época, porque los ensayos de la obra nos trasladan a la vida de pagés del finales de siglo pasado. Teatro dentro de teatro, donde se busca la verdad, hacer que el espectador no sienta que todo es ficción por lo que no hay cuarta pared, el público es a la vez público dentro de público. Demasía al cuadrado todo junto.
Como la idea de actores interpretando a actores no es nueva, se busca rizar el rizo con una farsa de la profesión actoral. Ni virtuosos ni perfectos, como simples monigotes los actores buscan forzar la risa, pero las continuas repeticiones y un humor excesivamente histriónico produce más agotamiento que diversión. La obra funciona a trancas y barrancas durante la primera parte de ejercicios, 45 minutos (aprox.), a partir de lo cual el ritmo empieza a decaer y las miradas al reloj se vuelven cada vez más frecuentes.
A nivel de interpretación todo queda demasiado forzado, el querer agradar llega a límites imposibles. Los gags no acaban de funcionar del todo y el histrionismo se apodera de la escena. Es evidente que le falta recorrido, ha salido demasiado verde de la sala de ensayos directamente al estreno. Todo se puede justificar, aunque pienso que la idea inicial ha sido estirada demasiado para un espectáculo de 90 minutos. Tiene que pasar alguna cosas más allá de ver a los actores ensayando y perfeccionando la técnica, porque aunque en un momento un actor asegura que hay intérpretes que no nacen con talento, pero les salva la técnica, en Premis i Càstigs ni eso. A la salida me siento más castigada que premiada, lo cual me entristece, pero sé que si no hay verdad la técnica no nos salvará.